lunes, 25 de febrero de 2013

Twilight Princess (XXIII)

(    ¡Un mes! No me matéis, los que aún sigáis por aquí... he estado asquerosamente liada, y tengo buenas excusas. Excusas de hospitales y de un par de broncas enormes. Así que SUPLICO vuestro perdón, humildemente y de rodillas. Creo que ya estoy de vuelta. Casi.
       Muchos besos a todos.)

Link

Alzo la mirada al cielo apenas un segundo; me ha parecido ver un borrón en el aire... pero temo que sea una alucinación provocada por el cansancio.
Un golpe de escudo en la espalda es la recompensa por mi momento de distracción, y yo escupo un trago de sangre y maldigo para mí mismo, girándome e interponiendo mi propio escudo entre mí y mi atacante antes de que vuelva a golpearme. El que me ataca es un twili de grandes ojos y sonrisa de dientes afilados. En su rostro hay una expresión de salvaje euforia, y me dedica un siseo felino enseñándome los dientes. Se lanza sobre mí con la espada por delante, y yo la intercepto en el último segundo, antes de tirarme al suelo y rodar a su costado. Antes de que pueda darse la vuelta, me pongo en pie y hundo mi espada en su torso.
En el fragor de la batalla no hay tiempo para nada; apenas puedo pensar, simplemente soy fuerza e instinto, incluso algo de rabia. Ya no lucho por nadie, no me aferro al recuerdo de Midna, de Hashi o de Ília. Ya no me aferro a nada, solo ataco por sobrevivir. Simplemente por mantenerme con vida.
De nuevo, me parece percibir un borrón por el rabillo del ojo. Una mota negra en el cielo, tan rápida que apenas puedo seguirla con la mirada, pero ahí está. Aguzo la vista, tratando de averiguar qué es, si nos supone una amenaza, pero en ese momento un twili hunde su lanza en mi costado y me arranca un alarido de dolor.
El hada escapa de la botella sin intervención mía y me rodea, girando a mi alrededor frenéticamente, ella cada vez más débil, yo cada vez más fuerte. Sus ojillos brillantes se cruzan con los míos un instante antes de desaparecer, y siento una punzada de dolor en lo más profundo del alma por su sacrificio. Pero no hay tiempo para llorarla ahora.
El twili me mira asombrado, pero no le doy mucho tiempo para sorprenderse. De un brutal golpe con el escudo lo lanzo hacia atrás, y hundo la espada entre sus costillas. Me dedica un siseo entre los dientes afilados antes de que sus ojos se apaguen.
Un extraño zumbido estremece el aire, y miro hacia arriba, entendiendo que no prestar más atención a lo que quiera que volase sobre nosotros ha sido un error. La batalla se detiene por un instante, y todos los combatientes miramos hacia el cielo, donde una de las estremecedoras aves del Crepúsculo mantiene sus alas extendidas, vibrantes contra las corrientes de aire que la sacuden. Sobre su lomo, con los brazos entendidos y la flamígera cabellera al viento, se sienta una figura que conozco bien, una figura que en estos momentos parece tan salvaje como el resto de sus compatriotas.
-Midna - mascullo, mientras todos los combatientes corean su nombre.
La mayoría de ellos lo grita con odio, como una maldición, un insulto a la Princesa Renegada. La mayor parte de los zora saben que ella está con nosotros, pero ni siquiera ellos pueden evitar la duda al verla ahí, con su sonrisa salvaje y su aire amenazador.
Midna hace un gesto con las manos, como si pretendiera separarnos. Yo miro a mi alrededor; los zora han retrocedido hacia el Lago de Hylia, mientras que los twili ocupan una estrecha franja entre el Castillo de Hyrule y el lago. Me doy cuenta de que están prácticamente sitiados... si no fuera por la abrumadora superioridad numérica.
La Princesa del Crepúsculo vuelve a hacer el mismo gesto, y veo que algunos de los twili retroceden, quizá simplemente por instinto, porque están acostumbrados a obedecerla. Yo doy un paso hacia el lago inconscientemente, preguntándome qué es lo que pretende Midna. ¿Realmente cree que puede detener la batalla?
De pronto, una flecha surge de entre las filas de los twili. Midna está demasiado arriba como para que puedan alcanzarla, pero es el detonante para que otras flechas sigan a la primera, para que la batalla se reanude. Me veo obligado a defenderme de nuevo, a luchar... hasta que veo lo que realmente pretendía Midna.
La Princesa del Crepúsculo ha abierto uno de los portales que abrimos en todo Hyrule. Desde el lomo de su ave, Midna ha abierto un portal, y desaparece por él en un instante. De nuevo, me pregunto qué pretende. ¿Huye, sin más? ¿Qué está intentando?
Una twili se abalanza sobre mí, una hembra de grandes ojos violetas y dientes muy afilados. Sisea al saltar, levanta el labio superior con un gruñido bronco, hace un quiebro en el aire para esquivar mi espada. Su largo cabello blanco vuela tras ella mientras danza a mi alrededor, esquivando y atacando en una sucesión vertiginosa. Sin embargo, no parece querer matarme, no ataca con la bastante virulencia. ¿Qué está pasando?
El fragor sordo resuena de nuevo a través del aire, y veo que Midna a reaparecido a través del portal... arrastrando el puente de Eldin consigo. Veo la mole de piedra balancearse sobre nosotros, cada vez más cerca de la tierra, y entiendo lo que está haciendo. Desde luego, puede detener la batalla. No sé cuántos twili y zora se llevará por delante, pero parece decidida a separarnos, furiosa y tan salvaje como sus súbditos. El puente cae lentamente, y me doy cuenta de que Midna nos está dando tiempo para correr, para apartarnos. Aquellos incapaces de dejar de matar mueren bajo el peso del puente, pero los que aún somos algo sensatos huimos, cada uno hacia nuestro lado, los twilis hacia el Castillo de Hyrule, los zoras y yo, hacia el Lago.
Sin embargo, Midna no se detiene ahí. Con un aullido que taladra el cielo, la Princesa del Crepúsculo alza de nuevo la gigantesca mole de piedra, agrietada y prácticamente destrozada, y la lanza sobre los twili que huyen, cortándoles el paso hacia el Castillo de Hyrule. Como si de un rebaño de cabras se tratara, los conduce hacia Farone, hostigándolos como a animales, antes de dejar caer el puente. Lo arroja como si de una muralla se tratase, marcando una línea divisoria.
Midna ha acabado con el Sitio del Castillo ella sola. Si alguien dudaba de su lealtad, ya no tiene motivos para hacerlo. Farone, Latoan y Eldin siguen bajo el dominio de los twili, pero Midna nos ha devuelto Lanayru.
Al menos, ahora tenemos una oportunidad de hacernos fuertes, de seguir luchando.
Alzo la mirada al cielo y veo a Midna volver hacia el campo de batalla, sobrevolándolo a lomos de su ave. Con un elegante quiebro, el ave gira y desciende dando una larga curva, dirigiéndose hacia el lugar donde continúo en pie, mirando fijamente a la Princesa del Crepúsculo.
El ave se posa suavemente en el suelo, con las alas aún desplegadas, y Midna me mira orgullosamente desde su lomo. Su piel blanca y negra se ve apagada, despojada de su brillo, y tiene los hombros hundidos, agotada. A pesar de todo, me dedica una sonrisa ladeada, triunfal.
Con un agudo chillido, el ave remonta el vuelo, llevándose consigo a Midna. La Princesa del Crepúsculo ni siquiera mira hacia atrás. Simplemente me abandona en un campo de batalla donde ya nada se mueve, dándome a entender que aún no me ha perdonado y que, probablemente, nunca lo haga.

Sigue leyendo... Twilight Princess (XXIV)

No hay comentarios:

Publicar un comentario