domingo, 3 de marzo de 2013

Twilight Princess (XXIV)

Ilia

Farone es hermoso incluso en la guerra.
Talo e Iván avanzan unos pasos por delante de mí, el rubio con su espada de madera en ristre, Talo medio agachado, aguzando el oído. Yo camino, arrastrando a Bea de la mano, tratando de evitar las zonas de terreno abrupto, de maleza más cerrada. La niña se ha convertido en una sombra de sí misma, en una criatura melancólica que se deja conducir bosque a través, sin hacer preguntas, sin apenas hablar.
Hace frío. A nuestro alrededor, todo es de un verde profundo, hermoso incluso en plena noche. La preciosa luna que brilla en el cielo ilumina todo a nuestro alrededor, dándole al bosque un extraño brillo fosforescente. La piel pálida de Bea parece brillar en la oscuridad. Tiene un aspecto espantoso, con el pelo enredado y la ropa desgarrada, y unas ojeras tan oscuras que parecen hematomas. Imagino que mi aspecto no será mucho mejor.
El único que parece conservar la serenidad es Iván. Mucho más delgado que cuando salimos de Ordon, con las mejillas demacradas marcadas por una pelusilla adolescente y el pelo desgreñado, Iván parece mucho mayor y más fuerte. En sus ojos no hay rastro de la ansiedad febril que nos invade a Talo, a Bea y a mí, si no una firme determinación, una voluntad inquebrantable de salir adelante. Es él quien nos guía, quien se mantiene cuerdo en medio de toda esta locura.
Los demás aguantamos como podemos. Talo está ansioso, casi histérico; no hace otra cosa que preguntarse en voz alta qué habrá sido de Lalo, dónde estará, si estará vivo. Se retuerce las manos continuamente, y tiene los labios resecos y ensangrentados de tanto mordérselos, al igual que las uñas. Bea se ha sumido en una extraña inconsciencia, en un estado de ausencia continuo que la mantiene alejada de la realidad, del horror que estuvo a punto de vivir.
Y yo... yo me aferro de un modo ridículo a la esperanza de ver a Link. Me aferro a mi herida, al dolor que me provoca su ausencia, a lo muchísimo que lo echo de menos, al recuerdo de sus ojos, de esa sonrisa que antes me regalaba sin pensar... Link, su valor, su dulzura desinteresada, su calor. Link y su generosidad...
-Ilia - me detiene Iván de pronto, alzando una mano -, hay alguien ahí delante.
Los cuatro nos detenemos, mirando a nuestro alrededor asustados. Iván se agacha lentamente, tratando de confundirse entre la maleza, y los demás le imitamos rápidamente. Tengo que tirar de Bea para que se agache a mi lado, pero se deja caer dócilmente y sin hacer ruido, casi con la misma languidez que una hoja de árbol.
Ladeo la cabeza, tratando de captar algún ruido en el bosque. De pronto, me doy cuenta de que no hay ningún sonido que pueda escuchar. Los los pájaros se han callado, ni siquiera el viento agita las hojas de los árboles. No se oye ni un solo ruido... salvo los pasos que se alejan. Entre las hierbas altas, Iván me dirige una mirada cargada de pánico. Hay una urgencia extraña en su mirada.
Nos quedamos unos instantes más tendidos en el suelo, inmóviles. Contrariamente a lo que espero, en cuanto los pasos se desvanecen Iván se pone en pie precipitadamente y corre tropezándose hacia algo que no llegamos a ver. Alzo la cabeza por encima del follaje y veo cómo se deja caer de rodillas... junto a un cuerpo tendido.
-Mierda - mascullo, sorprendiéndome a mí misma por mi vocabulario -. ¡Talo, quédate con Bea! - digo, antes de ponerme en pie y acercarme a paso rápido.
Sé algo de medicina, y confío en poder hacer algo por la figura tendida en suelo... hasta que me acerco y la veo. Es una chica muy joven, con el pelo negro y corto. Está terriblemente pálida. Su carita tiene un extraño gesto de paz; la frente estrecha, invadida por el flequillo, está relajada. Los grandes ojos están cerrados, y la boca pequeña esboza una minúscula sonrisa.
Pero tiene los labios manchados de sangre.
Su cuerpecillo es sorprendentemente delgado y nervudo. Sus manos pálidas aferran con desesperación la empuñadura de una espada que conozco muy bien, pues es la que ha portado Link todo este tiempo. Y un poco más abajo, bajo la hoja, una flor de sangre se derrama sobre su camisa gris de tela basta. Solo con verla, entiendo que no hay nada que hacer.
Pero tengo que intentarlo.
-Iván... - susurro, sin saber muy bien qué hacer -, coge la espada.
-¿Crees que aún está viva? - pregunta el muchacho, dubitativo, apartándose el flequillo de la cara.
Yo sacudo la cabeza, porque no estoy segura. Está tan pálida... me arrodillo a su lado, apoyo dos dedos en su garganta y presiono.
Contra todo pronóstico, la niña sigue viva. Siento su pulso aletear bajo mis dedos, tan tenue que apenas puedo percibirlo, pero sigue ahí. La niña está helada, inmóvil, casi muerta... pero aún viva.
-Coge la espada - repito, mientras me remango despacio. Iván se inclina y suelta uno a uno los dedos de la niña de la empuñadura de la espada de Link. Con un suspiro, le aparto las manos y extiendo sus manos a ambos lados de su torso, antes de mirar su herida a través del desgarrón de la camisa -. Diosas - jadeo, antes de apartar la vista y volver a colocar las manos de la niña sobre la herida.
-¿Qué ocurre? - murmura Iván, y yo sacudo la cabeza, incapaz de decir nada, dejándome caer sentada en la hierba, aún mareada -. Va a morir - entiende Iván, y yo asiento, sin saber qué decir. He visto el suelo del bosque a través del torso de una niña. No hay forma de describir esto.
Nos quedamos inmóviles junto a la niña agonizante. La noche se retira y amanece despacio, y no nos atrevemos a hablar, ni a apartarnos del lado de esta muchachita. La piel de la niña está helada y blanca, cada vez se asemeja más a una estatua de mármol.
Yo no puedo dejar de hacerme preguntas. ¿Quién le ha hecho esto? ¿Por qué? La niña tiene ya una cicatriz en la sien, así que asumo que no es la primera vez que alguien la hiere. Es obvio que la muchachita ya es ha visto antes envuelta en luchas, así que no puedo evitar preguntarme ¿por qué? ¿Qué ha llevado a una niña tan joven a esta guerra? Las pequeñas manos tenían los callos característicos de sujetar una espada. Esta cría es una guerrera.
¿Por qué?
¿Y por qué sujetaba la espada de Link?
Esa pregunta me atormenta. ¿Link le dio su espada a una niña? ¿Por qué? ¿Quién es ella? ¿Conoce a Link? ¿Vendrá a buscarla? ¿La buscará a ella o a la espada?
Las preguntas rebotan en mi mente hasta que caigo dormida.

-Ilia.
Me revuelvo en las brumas del sueño, tratando de apartarme de la voz que me llama y de la mano que me sacude suavemente el hombro, mascullando entre dientes palabras ininteligibles.
-Ilia, despierta - insiste Iván, con tono de urgencia -. Ilia, Link está aquí.
Abro los ojos de golpe. Me incorporo como una sonámbula, mirando a mi alrededor, buscándole con la mirada, desesperada... hasta que lo veo arrodillado junto a la niña tendida. Acuna su cabecita desgreñada con infinita ternura, casi inmóvil. Está de espaldas a mí, así que veo la Espada Maestra de nuevo en su vaina, cruzada bajo el escudo.
-Link - susurro, acercándome a él despacio. Link no aparta la mirada del rostro de la niña, que sigue tan pálida como cuando la encontramos, igual de inmóvil -. ¿Quién es? - pregunto, al ver las lágrimas que ruedan lentamente por las mejillas del Héroe de Hyrule.
-Se llama Hashi - susurra Link, y me parece percibir un minúsculo aleteo en los párpados de la niña al oírle hablar -. Era... no sé decirte lo que era. Siempre estuvo conmigo.
-¿No puedes curarla? - susurro, desesperada por encontrar un modo de hacer desaparecer la desesperación del rostro de Link.
Pero él niega con la cabeza, lentamente. Hace un gesto con la barbilla hacia una botella vacía que yace en el suelo, y por la abertura de la camisa veo que la herida de la niña está curada.
Sin embargo, sigue inmóvil.
-¿Por qué...?
Sin responder, Link levanta con delicadeza uno de los párpados de la niña. En el ojo solo se ve la pupila, de un gris oscuro, desvaído. El iris es un círculo difuso y blanquecino, apenas visible.
-Hashi se sostenía por energía. El color de sus ojos, dorado intenso, era reflejo de la energía que había en ella. Ahora no le queda nada - susurra, mientras deja la cabecita de la niña en el suelo de nuevo -. Ella vino al mundo para intentar darme una segunda oportunidad de ser feliz. Y el egoísmo de unos pocos malvados destruyó la paz, y acabó con ella.
Link me mira fijamente, y veo una oscuridad desconocida en sus ojos, una rabia como nunca había visto antes.
-Hyrule, el Crepúsculo... el mundo es un lugar terrible. Sus pobladores son mezquinos, despreciables. Hashi era pura luz, solo inocencia. Y la han destruido solo por avaricia.
-Pero no está muerta... - trato de intervenir, pero Link me lanza una mirada asesina.
-Mejor sería que lo estuviera. Estará así para siempre, ni viva ni muerta. Suspendida en la nada. Atrapada para siempre en ese cuerpo hyliano en el que se confinó - Link se pone en pie, con el rostro ensombrecido por el flequillo, y un rictus amargo en los labios -. No vale la pena seguir luchando por este mundo. Las diosas nos lo regalaron todo, me exigieron todo lo que podían exigirme... y al final, me enviaron una segunda oportunidad. Y la han destruido.
No sé qué decir. No hay nada que decir. Se me llenan los ojos de lágrimas mientras Link se aprieta los mitones de cuero, se inclina para depositar un beso leve en la frente de la niña y me da la espalda.
-Adiós, Ilia. Os deseo suerte.
-Link... - llamo, pero no sé qué decir, no hay nada que decir. Jamás imaginé nada así. Ni en mis peores pesadillas.
A mi lado, Iván mira a su héroe alejarse con expresión de desolación, destrozado, casi tan destrozado como Link.
-¿Y la niña? - pregunta, con la voz rota.
La respuesta y la voz de Link nos hielan la sangre en las venas.
-Hashi está prácticamente muerta, Iván. Como todos nosotros.

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