miércoles, 25 de diciembre de 2013

Twilight Princess (XXVIII)

Link

El sol se desploma abrasador sobre mí. Me quema hasta los huesos, perlando mi cuerpo de sudor.
Alzo la espada y la dejo caer más rápido de lo que los ojos pueden ver, antes de lanzarme hacia atrás y rodar sobre la arena. Cada grano de cristal rosado hiende mi piel, pero el dolor me hace sentir que estoy vivo. Busco el dolor inconscientemente.
Busco el dolor porque me recuerda a ellas.
Me pongo en pie y aprovecho el impulso para descargar la espada en un arco mortífero. El acero destella al sol como un relámpago y no puedo evitar un gemido ronco por el esfuerzo de detener el filo antes de que choque contra la arena; redirijo el golpe hacia la derecha, contra un enemigo imaginario.
Me entreno día tras día aquí, en el Circo del Espejo, donde todo terminó y todo comenzó de nuevo. Me entreno día tras día porque algo me dice que no estoy preparado, que no soy lo bastante fuerte. No pude proteger lo que me importaba. No supe mantener a Midna a mi lado.
La furia me domina por un instante y estrello la espada contra la blanda arena de Gerudo, jadeando entre dientes.
Debí matarlo. Debí matarlo cuando tuve oportunidad. De haberlo hecho, Hashi seguiría con vida.
Pienso remedar ese error.
Cueste lo que cueste.
A veces el dolor es demasiado. La responsabilidad pesa, pesa como si no fuera lo bastante fuerte como para cargar con ella. ¿Qué clase de héroe soy? ¿Qué clase de héroe desaparece cuando los suyos más lo necesitan?
A veces me digo que debería volver. Que debería regresar y poner todo en su lugar... y casi al mismo tiempo me rindo. ¿Por qué? ¿Por qué iba a hacer eso? ¿Es que a alguien le importa? Luché por ellos hasta mi último aliento, y dejaron a Hashi morir. Esa niña... mi hija, mi hermana, mi amiga. Me adoraba, lo sé, me quería como yo nunca la quise a ella... o tal vez exactamente igual.
¿Y qué importa todo? ¿Qué importaban los celos de Midna, qué importan las miradas de Ilia, que importa el cuerpo inerte de Hashi? Ya nada de eso importa.
Renuncié a mi vida por Hyrule. Sangré por ellos, les entregué mi corazón y mi alma, y ahora todo ha vuelto a empezar. La Reina Zelda sostiene aún la Ciudadela y parte de Hyrule, pero ya no importa. El Rey Ralis y la Reina Zelda solo cumplen con su deber... luchar no era mi deber. Yo era un ordoniano más. Yo no era nadie.
-¿Has acabado ya de pudrirte, escoria?
Esa voz. Esa voz que suena como el hielo al astillarse.
-¡DARK!
Quería gritarlo, pero creo que lo que ha salido de mi garganta ha sido solo un aullido retorcido, deformado por la rabia. Por un segundo deseo ser un lobo de nuevo, poder destrozarlo a dentelladas. Nada me satisfaría tanto como eso...
-Eso es, Link, muy bien - se burla mi gemelo oscuro, riéndose entre dientes mientras camina hacia mí lentamente con la espada desenvainada -. ¡Eso tendrías que haber hecho desde el principio! - grita, y se lanza sobre mí con la espada por delante. La intercepto con el escudo, pero llevo toda la mañana entrenando y cada músculo de mi cuerpo protesta ante la sed y el agotamiento - ¡Maldito iluso! - grita Dark, y parece encontrar una extraña satisfacción en provocarme - ¡Yo maté a tu zorra espíritu! ¡Vamos! ¿No vas a vengarte?
Rujo de nuevo, salto por encima de él, aterrizo a sus espaldas, lanzo la espada de nuevo. La frena con el filo, se gira riendo, esos malditos ojos rojos están en todas partes... en todas partes...
-¡Voy a matarte! - grito, y me doy cuenta de que por primera vez en mi vida estoy furioso, realmente furioso... o no. Ya he estado furioso antes.
Pero esto es odio. Auténtico odio.
-¡Eso es, Link, eso es! - grita de nuevo Dark, mientras baila a su alrededor y me lanza un tajo lateral - ¡Sigue así! ¡A este paso tendremos otro hermano!
No entiendo lo que me dice, y no quiero entenderlo. Trato de golpearlo con el escudo, pero tengo los hombros agotados y me quedo corto por más de un palmo. Dark aprovecha la brecha en mi defensa para dibujar un largo tajo sanguinolento en mi costado.
Grito.
-Bien, bien - susurra Dark, dibujando lentos círculos con su espada -. Nadie se creería esto si lo contase, ¿verdad? Pero estoy disfrutando tanto... es maravilloso verte pudrirte así. Hashi se alegraría mucho de ver esto.
-¡No... digas... su nombre! - aúllo, y lanzo la espada de nuevo, pero Dark atrapa mi brazo entre su escudo y sus costillas y me acerca a él riendo a carcajadas.
-Es mía, Link, Hashi siempre será mía. Ella eligió pertenecerme, ¿lo sabías? Me quería más de lo que nunca te quiso a ti, estúpida caricatura de un héroe... - susurra en mi oído, tan cerca y tan dulcemente como lo haría un amante -. Ella es mía. Y tú lo serás también. Es cuestión de tiempo que lo averigües.
-Bastardo - mascullo, golpeándole con la rodilla en la entrepierna. Siento que Dark se encoge casi imperceptiblemente, pero no afloja su presa y sigue murmurando en mi oído.
-Mírate... eres patético. ¿Y sabes que es lo mejor? Que aún vas a empeorar. Podría matarte en un segundo y no disfrutaría ni la mitad de lo que voy a disfrutar viéndote convertirte en mí - susurra, y de pronto me besa en la oreja casi con mimo -. Pronto, muy pronto... dejarás de tener ese absurdo brillo en los ojos.
El movimiento es tan rápido que casi no lo veo, pero siento perfectamente la cuchillada en el vientre, los dos tajos en las mejillas antes de caer al suelo. Quedo arrodillado ante la sombra oscura, sin fuerzas siquiera para gritar, sin fuerzas para nada, solo deseando poder matarlo... poder levantarme, coger la espada... solo...
-Voy a ir a por Midna, Link. Voy a quitarte absolutamente todo lo que amas y ver cómo te pudres hasta ser yo - dice, y su sonrisa es tan amplia que por un segundo casi parece el demente que es -. Y voy a disfrutar con ello... voy a disfrutar matando a esa idiota de Ilia ante tus ojos, voy a disfrutar violando a Midna hasta que olvide quién es y disfrute... y en ese momento la mataré. Voy a robártelo todo hasta que tú también disfrutes con ello, y en ese momento, te mataré - acaba, sonriendo de oreja a oreja, y se da la vuelta para marcharse, dejándome arrodillado y furioso en el suelo de Gerudo -. Volveré a matar a Hashi algún tiempo después, creo - añade, mientras se aleja con las manos en la nuca, despreocupado, seguro de sí mismo.
Yo lo veo alejarse entre lágrimas de rabia y sangre. Siento como la sal me escuece en los cortes de las mejillas.
¿Esto soy ahora? ¿Este es el Héroe de Hyrule?
-Volveré a visitarte, Link - se despide, cuando casi le he perdido de vista -. Eso no lo dudes.

lunes, 18 de marzo de 2013

Twilight Princess (XXVII)

Midna

Nos ha dejado atrás.
Se que en medio de la guerra debería pensar en cualquier otra cosa, pero en días como hoy no puedo evitarlo. Son los días en los que me dejo consumir por la pena, los días en los que permito que la tristeza me cale hondo.
Arrogante y estúpida criatura de sombras.
¿Por qué no tuve el coraje de bajar de mi ave y abrazarlo? ¿Por qué no grité su nombre, por qué no dejé de lado el orgullo? ¿Por qué no lo besé, maldita sea?
Se fue. Aquella fue la última vez que lo vi, con los ojos destellando en el rostro manchado por su propia sangre, la expresión de duda, sin saber si acercarse, si dejar la espada... sin saber si yo lo perdonaría. Cuando yo nunca pude odiarlo.
Me dejo caer en la cama, en mi tienda improvisada, mientras Salma y Sera entran en ella a paso rápido. Sera me saluda con una rápida reverencia, Salma apenas se digna a sacudir la cabeza en señal de reconocimiento. La guerrera humana no me reconoce como superior, si no como igual, y dado que en su canon eso es un cumplido, no puedo ofenderme por ello. Al fin y al cabo, no hay tantas personas a las que Salma considere a su mismo nivel.
Sera se acerca a mí con un mapa entre las manos; la joven twili es toda una desertora, se pasó a nuestro bando tras la batalla que acabó con el sitio al Castillo de Hyrule. Los súbditos han comenzado a llamarla "la Batalla de Midna", algunos incluso "La Batalla de la Princesa del Crepúsculo", y aunque suene horriblemente rimbombante, he de reconocer que no me desagrada. En absoluto.
-Sera, no me aburras. ¿Hay algún cambio?
La muchacha entorna sus gigantescos ojos violetas, al parecer contrariada, pero niega con la cabeza, fiel a la petición que le he hecho. Porque la guerrilla es aburrida. Si Zelda supiera lo que pienso, tal vez pusiera el grito en el cielo - aunque lo dudo, la elegante Reina de Hyrule jamás haría algo tan desagradable -, pero sencillamente no puedo evitarlo. Los días son idénticos, uno tras otro, una semana trás otra, un mes tras otro. El matar y morir se ha convertido en una rutina para nosotros.
Ya hace casi un año que Link se fue.
Querría llamarlo. Querría gritar su nombre a los cuatro vientos, sobrevolar Hyrule entero hasta dar con él. Mirarle a los ojos y... y pedirle que me diga la verdad. Que me diga que hacer. Que me permita quedarme a su lado o que me eche.
Porque la incertidumbre es una tortura demasiado lenta.
Sacudo la cabeza, tratando de centrarme en el presente, y miro a Salma suspirando. Sé por qué está aquí. Ha venido a hacerme las mismas dos preguntas desde el momento en que acampamos en la linde de Farone, esperando que la respuesta sea afirmativa en algún momento. No sé si pregunta por cariño o por simple curiosidad, pero en cualquier caso, yo no puedo darle lo que busca.
-¿Hay alguna noticia de Link?
Niego con la cabeza despacio, mirándola fijamente a los ojos. Salma asiente, como de costumbre, sin dejar que las emociones nublen su semblante. 
-¿Se sabe algo de Hashi?
-No - respondo, con firmeza -. Serás la primera en saberlo si la niña espíritu vuelve a aparecer - añado, como de costumbre. 
Este intercambio de frases ya se ha convertido en un ritual para nosotras dos, y a veces pienso que a estas alturas, simplemente ninguna quiere ceder antes que la otra. Es el único motivo que se me ocurre para no ponerle fin.
Porque el día que Link vuelva, todos lo sabremos. 
Y Hashi no va a volver.
-¿Hay alguna noticia de la Ciudadela, Sera?
Sera sacude la cabeza, rebuscando entre sus papeles, con el ceño fruncido.
-Un mensaje un tanto extraño del Rey Ralis. Nos transmite las palabras de su prima Rutane, al parecer la joven ha insistido en que te sean transmitidas a ti. Al parecer, Link le pidió que hiciera algo, no especifica muy bien el qué, dice que no lo entenderíamos... - Sera alza las manos, al parecer frustrada -. Dice que la chica está convencida de que aparte de Link, nadie más que tú puede entender esto: "La sombra se mueve. Ha robado el poder de los mundos." La verdad, no sé qué...
-¡Midna!
Perícleo irrumpe en la tienda, visiblemente agitado, y señala al exterior con un brazo tembloroso. La voz del hombre es trémula cuando comienza a hablar.
-Midna... Princesa... Vuestro hermano... está...
-Zant murió - interrumpo, y por un segundo me asalta un recuerdo del niño que fue, de los juegos compartidos bajo el cielo siempre cambiante de nuestro hogar -. Zant está muerto.
-No, Princesa, no... Zant está allá afuera, en Farone... sembrando el pánico entre nuestras filas... los vuestros se han vuelto contra nuestros soldados...
Por el rabillo del ojo, veo como Salma se lleva la mano a la espada y clava la vista en Sera, con todo el cuerpo en tensión, lista para reducirla si la joven twili muestra algún signo de atacarnos.
Pero Sera sacude la cabeza, incrédula.
-No puede ser... nuestro Rey... quiero decir, el Usurpador... - se corrige, azorada, sin atreverse apenas a mirarme -. Él murió. Murió y con él debiera haber muerto la guerra. No puede ser.
Yo cierro los ojos, acongojada. Lo único que impide que Sera, y que a saber cuántos otros twili, vuelvan a las filas del Crepúsculo es la duda. La incredulidad sobre el hecho de que mi hermano pueda estar vivo y comandando de nuevo esta guerra absurda.
-Vamos a comprobarlo, Perícleo. Mi hermano está muerto, Link lo mató. Acabemos con esta farsa, ni siquiera el verdadero Zant es rival para mí.
Salimos de la tienda a paso rápido, y yo me dirijo hacia mi ave. Me he acostumbrado a montarla durante las batallas, y los soldados hylianos se han acostumbrado a verme sobre ella. Telma dijo una vez que les hace sentir más seguros, que verme sobrevolándolos les recuerda que estoy aquí, con ellos, que algunos de los míos aún sabemos distinguir entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad.
Solo puedo rogar a las diosas para que al final del día siga siendo así.

Mi "hermano" nos espera en la linde del bosque.
He de reconocer que, incluso desde esta distancia, parece él. Lleva el mismo casco que solía usar mi hermano, y se mueve del mismo modo, como una marioneta con los hilos enredados. Incluso su voz al saludarme suena igual de lo que era cuando murió, chirriante y aguda:
-¡Hermanita! Te he echado de menos, mucho, muchísimo - grita, alargado las vocales. Sus labios, que son todo lo que el casco me permite atisbar, se retuercen en una macabra burla de la sonrisa que solía dedicarme cuando solo éramos niños -. ¿Tú me has añorado a mí?
-Mucho - respondo, haciendo un esfuerzo porque mi voz llegue a todos, sin que llegue a temblarme o a sonar demasiado aguda -. He añorado a mi hermano cada día desde que enloqueció y me usurpó el trono. Pero mi hermano está muerto. No está aquí. 
El falso Zant me responde con una larga carcajada, burlona, aterradora. Incluso yo he de reconocer que se parece mucho a mi hermano, que actúa como él. De no ser porque fue Link quien lo mató, yo misma me permitiría dudar. De no ser...
-¡Mi hermano esta muerto, embustero! ¡Quítate ese casco y muéstranos tu verdadero rostro!¡No te atrevas a jugar con mi familia, maldito! 
El falso Zant ríe de nuevo, alzando los brazos al cielo.
-¿Quieres verme, hermanita? Pues bien... mírame.
Un murmullo recorre las filas de soldados a mi alrededor cuando el twili al otro lado del claro se quita el casco, y un estremecimiento sacude a todos los twili presentes... incluyéndome a mí.
Desde la linde del bosque, el rostro que más veces he visto desde que era una niña nos dedica una sardónica sonrisa, mostrándonos sus dientes afilados, sus labios pálidos, sus ojos mortecinos y refulgentes como brasas. Mi hermano ladea la cabeza con expresión de suficiencia, y alza una mano hacia mí.
-¿Sorprendida, hermanita? ¿Me creías tan débil como para que la muerte pudiera retenerme? - deja escapar una suave risotada, antes de sacudir la cabeza -. He vuelto. Y no me robarás lo que es mío tan fácilmente esta vez.

jueves, 14 de marzo de 2013

Twilight Princess (XXVI)

Dark Link

-No.
El susurro del muchacho, el estertor que deja escapar entre los labios ensangrentados, es la música más hermosa que he oído en mucho tiempo. Es rubio como la cerveza, y sus ojos son de un azul apagado, así que en cierto modo me recuerda un poco a Link. Nada puede sustituir el placer que me proporcionará matar a Link cuando lo alcance, claro que no, pero estos pequeños caprichos me relajan lo suficiente como para seguir pensando con claridad.
Como para no dejar que el odio me ciegue.
-Llevátelo - ordeno, con un tono de voz que restalla como un latigazo. La mujer que entra temblorosa en la casa apenas se atreve a mirarme, se limita a arrastrar al joven al exterior con toda la delicadeza que puede. Sé que tiene una hija muy pequeña, y un hijo que huyó cuando atacaron la aldea. Me teme tanto como todos los demás.
Disfruto con ello, para qué engañarnos. Con ese miedo y el hecho de que no se atreva a levantar la vista del suelo. Disfruto sabiendo que puedo torturar a su maldito bebé en cualquier momento sin que ella pueda evitarlo, y disfruto sabiendo que ella también lo sabe. Que lo teme. Que eso puebla sus pesadillas.
A veces me dedico a observarles dormir. A ellos, los que no han pasado por el horror de ser criaturas concebidas sin otro objetivo que ser odiados por cada ser viviente. A veces me introduzco en sus camas y en sus mentes, entrelazo sus pensamientos con los míos hasta convertir cualquier sueño en una pesadilla.
Me siento con un suspiro satisfecho y me examino las manos, los brazos. Las marcas negras que fueron el último regalo de Hashi están creciendo lentamente, a buen ritmo. Ya ha pasado casi un año, y mis manos son completamente negras, del mismo tono opaco y oscuro que el carbón. La negrura alcanzó las muñecas unos meses después, y los hilos de sombras siguieron entrelazándose como raíces retorcidas brazos arriba, hasta alcanzar los codos medio año después de la muerte de la niña espíritu. A día de hoy, los hilos se enredan en mis hombros, comienzan a desplegarse en mi espalda, a dibujar sus afiligranados diseños en torno a mi cuello. Se irán volviendo cada vez más densos, más tupidos, hasta que toda mi piel sea negra.
No me desagrada. Imagino que será hermoso a su manera, cuando mis ojos destellen en medio de toda esa oscuridad. Será aterrador. Y solo lo terrible es hermoso.
Excepto Hashi. A veces pienso en ella y deseo que siga viva, solo para poder matarla otra vez. A veces cierro los ojos y me recreo en aquel momento, en aquel beso en el que mi sangre fue la que empapó sus labios,  aquel otro en el que fue la suya la que yo bebí. La niña de luz pura, una de las favoritas de las diosas. Ella debió haber sido para Link, o para otro de esos absurdos héroes. Y yo se la arrebaté al mundo. Le enseñé lo que es el dolor y la oscuridad antes de matarla.
¿Hay algo más perfecto que eso?
Hashi. Las diosas me hicieron así. Los hylianos dicen que no puedo amar. Se equivocan. Los hylianos no entienden el amor. Ellos se limitan a fingir, simulan que las emociones son buenas y puras, sin tener en cuenta el dolor, el odio, todo aquello oscuro y retorcido que se esconde en eso que llaman amor. Yo soy sincero. No puedes odiar a alguien sin amarlo un poco. Es mucho más intensa la relación con un enemigo que con un amigo.
¿Debí negarle a Hashi esa emoción? ¿Debí negarle la intensidad del auténtico odio? 
A veces lo recuerdo y deseo que siga viva. Solo para matarla otra vez. Solo para volver a darle aquello que nadie más puede darle. Solo lo terrible es hermoso.
"Amar es darle a alguien la oportunidad de hacerte mucho daño, y esperar que no te lo haga."
A veces me pregunto quién la encontró. Suelo confiar en que fuese Link. Suelo disfrutar imaginándome su desesperación. 
Desde hace casi un año, nadie ha vuelto a saber nada de él. Zelda, junto con Midna y el Rey Ralis, se ha hecho fuerte tras los muros de la Ciudadela, y la guerra abierta se ha trasladado a la siempre cambiante frontera entre nuestros territorios. Conservan Lanayru, el Pico Nevado y la mayor parte de Eldin, pero nosotros nos hemos hecho con Latoan, Farone y Gerudo. El portal que abrieron con la sangre de Hashi en la Montaña de la Muerte sigue en nuestras manos, y desde allí nos desplegamos sistemáticamente. La guerra se ha convertido en una sucesión de escaramuzas sin un vencedor claro, y hace tiempo que me aburrí de ir a las fronteras. Es una guerrilla continua, repetitiva, y solo acudo cuando mi sed de sangre vence al aburrimiento que me provoca luchar una y otra vez con los soldados hylianos, leales a su reina hasta la demencia. Hasta el suicidio.
Echo de menos a Link, lo reconozco. Ansío que reaparezca, pero no encuentro modos de llamar su atención. Ni siquiera instalándome en su ridícula aldea y sembrando el pánico entre sus antiguos vecinos he logrado que reaccione. Ha pasado un año. He buscado a Ilia, he tratado de encontrar el modo de llegar hasta Midna, cualquier cosa que lo haga salir de donde quiera que esté. Ha pasado un año. Necesito enfrentarme a él. Ansío matarlo.
No me engaño. Sé que cuando lo mate es muy posible que muera con él, pero, ¿qué más da? Para eso he sido creado. No puedes escapar a aquello que eres. Nadie puede. Y yo deseo abandonarme a ello. Abandonarme al odio y a la destrucción hasta que me consuma. Lo deseo.
No puedo quedarme aquí. Estos campesinos ya no me bastan. Y recordar una y otra vez la muerte de Hashi no me servirá de nada. Tengo que verla. Tengo que ver las consecuencias de mi odio. Sus pequeños huesos blancos. La niña espíritu, desaparecida para siempre. ¿O tal vez volvió a ser pura luz al morir? Tengo que saberlo.
Me pongo en pie, decidido. Recién saciada mi ansia de muerte, necesito algo con lo que espantar el aburrimiento. Tal vez profanar lo que quede de la niña espíritu enfurezca lo bastante a Link como para hacerlo volver. ¿Quién sabe? Necesito intentarlo. 
Me alejo del pueblo sin decir una palabra a nadie. Al fin y al cabo, no lo necesitan. Pasarán noches en vela, vigilando las entradas de sus casas, temiendo que aparezca en cualquier momento para sembrar la muerte entre ellos una vez más. Y así es perfecto.


"Amar es darle a alguien la oportunidad de hacerte mucho daño, y esperar que no te lo haga."
Nada ha cambiado.
Farone sigue estático, atrapado en el instante en que hace un año arrebaté la vida de este pequeño cuerpo. Y ella sigue aquí. Igual que cuando me marché.
Igual, sin la espada.
Así que Link la encontró, finalmente. Sé que debería sentirme satisfecho, pero por algún motivo, no soy capaz. Algo frío me aprieta la garganta, me estrangula suavemente, me hace dudar. Por algún motivo, no puedo apartar la mirada del rostro en calma de Hashi.
Ha crecido. Su rostro pálido ha perdido en parte las redondeces infantiles, aunque tal vez sea por la extrema delgadez. De cualquier modo, se la ve mayor. Los pómulos se delinean más claramente, la puntiaguda barbilla se alza con una chispa de orgullo latente sobre el largo cuello. La cicatriz de su sien, la cicatriz que yo le causé, se ve plateada bajo la luz del bosque, como un adorno, un recuerdo de que yo estuve aquí, en esta piel, en estos labios. Un regalo para ella. Su rostro parece en calma. Es hermosa, incluso en la muerte. Incluso en esta estática inmovilidad.
¿Así mueren los espíritus?
No, algo no acaba de encajarme. Después de mirarla largo rato, me doy cuenta. El pelo. Le ha crecido el pelo. Aún está demasiado corto para mi gusto... pero sigue sin ser aquel desastre erizado que coronaba su cabeza cuando la maté.
¿No está muerta?
Acaricio sus labios con delicadeza, con la punta de los dedos. No noto calidez ninguna, está tan fría como yo. Como una muerta. Pero no está muerta.
Y sin embargo... fría, helada. ¿Cuánto tiempo llevará sin comer? Cuando acerco mis labios a los suyos, percibo un suave aliento helado. Bajo su camisa gris, destrozada por el tiempo a la intemperie, no se ve ya ninguna herida. No está muerta. Pero tampoco está viva.
Deposito un tenue beso en sus labios helados antes de sentarme a su lado. Si no está viva, no puedo matarla. Pero si tampoco está muerta... ya no me sirve de nada. Podría llevármela de aquí, torturar este cuerpo lánguido hasta matarla, pero ella no notaría nada. No me sirve. Este es el cuerpo de Hashi, pero Hashi no está aquí.
Aún así... hay algo en ella...
"Soy un portal. Me llamo Hashi."
Recuerdo aquellas palabras. Estaba allí observándola. La vi nacer, vi como aprendía. Oí sus primeras palabras y robé su primer beso. Esas palabras... "Soy un portal."
Una sonrisa taimada se dibuja en mi rostro, despacio. Acaricio las mejillas de Hashi, su piel marfileña. Un portal... ¿un portal con qué? ¿Solo con el Crepúsculo? Algo en su piel, en su inmovilidad... algo me llama la atención, algo que no soy capaz de definir. Un portal. Un portal para cruzar mundos... pero no solo mundos. Eso es lo que me dice la piel de Hashi, el bosque estático. Ella está viva. Pero todo a su alrededor está inmóvil.
Congelado en el tiempo.
Parece que, después de todo, esta niña aún puede servirme de algo. Esta perfecta creación de las diosas. Acaricio una vez más sus labios pálidos, antes de deslizar los dedos por su rostro para levantar uno de sus párpados. El iris de la muchacha es ahora de un tenue tono dorado, sutil como la niebla, se arremolina en torno a una pupila de un negro grisáceo.
Las manos me tiemblan contra su rostro, mientras una sonrisa demente invade mis labios. No solo está viva, si no que con el tiempo, despertará. Podré usarla mientras siga en este letargo, mientras mantenga una burbuja de tiempo inmóvil a su alrededor. Y cuando vuelva a la vida, podré matarla de nuevo.
Y esta vez será más largo. Le mostraré cuánto dolor puede causar la mera existencia, retorceré su alma hasta que se convierta en un ser tan devastador como yo. Haré que odie todo y a todos, que su vida sea un tormento para ella y para los que la rodeen.
Y luego la mataré.
Respiro hondo para tranquilizarme. Apoyo los tres dedos centrales de la mano izquierda en la frente helada de la niña, tratando de percibir su energía, tratando de averiguar cómo funciona el portal que lleva dentro. El portal que ella es.
Una emoción más pura y más intensa que cualquier otra que un hyliano común pueda sentir me embarga mientras muevo despacio los hilos de la mente de Hashi. La existencia de la niña está ligada a la mía, porque la mía está atada a la de Link. Y ella se negará a vivir si él muere. Es perfecto. No solo me permite doblegar a mi voluntad sus habilidades, si no que también implica que en el mismo momento que acabe con Link, cada segundo de la vida de Hashi será una agonía.
Es perfecto.
Perfecto.
Perfecto...

Sigue leyendo... Twilight Princess (XVII)

martes, 5 de marzo de 2013

Twilight Princess (XXV)

(¡Hola!
    Sí, lo sé, soy una pesada integral. Sin remedio. Peeero, tengo que decir un par de cositas. Si no os importa. ¿Me dais un momento? ^-^
      La primera es que definitivamente he vuelto. Espero poder mantener la calidad del Fan Fiction como hasta ahora, aunque de aquí en adelante me interno en terrenos un poco más desconocidos, así que disculpadme si meto mucho la pata. Las líneas temporales son una cosa que aún se me escapa un poquito. Podéis gritarme si digo alguna burrada. Pero gritar constructivamente, ¿eh? ;) Hylian Light es un proyecto bastante grande, y tal vez me haya pasado un poco para ser el primer Fan Fiction que hago. Pero a lo hecho, pecho, a ver si al menos consigo que valga la pena :)
       También tengo que decir que me he hecho una cuenta nueva de Twitter (por si alguien que no sea del Fake [#SpanishFakeHyrule , recomendadísimos] quiere seguirme). La cuenta nueva es @Greycub19, me haré otra para el Fake cuando acabe con los hospitales. No tengo ni idea de qué personaje cogeré... si retomaré al viejo o cogeré otro OC de este Fic. Pero me estoy desviando del tema, perdón xD
      Por último, no puedo saber cuándo subiré entradas nuevas. La universidad se come mi vida, como sieeeempre. Y eso que mi carrera es de las fáciles. Si llego a coger una tipo Medicina o Economía, igual ahora estaría metiéndome tiros. Así que, agarráos, porque subiré cosas a medida que escriba y revise. ¡Lo siento!
         Un saludo y un abrazo, 
                     L.)
    

Light

Brumas. Frío... frío... silencio.
Silencio.
Silencio.
Soy... aún... ¿cómo he vuelto? ¿Mi luz? Hace frío. No entiendo... ¿dónde...? 
¿Hola?
Silencio.
Recorro con la mirada todo a mi alrededor. Reconozco este lugar. Un lugar que no es un lugar, un sitio que no está hecho de cosas que puedas ver ni tocar. Un lugar que está más allá de la experiencia de los sentidos hylianos... envolvente. Acogedor.
Mi hogar.
El plano espiritual. Estoy en casa. La luz se arremolina a mi alrededor, luz pura, en delicadas espirales. Vuelvo a ser lo que siempre he sido, espíritu, energía... la alegría de la liberación me invade, un alivio profundo. Siento mi esencia titilar, emitir suaves pulsaciones de luz en el remolino de energía que es nuestro plano. Libre, libre de las cadenas del ridículo cuerpo hyliano que habité... libre al fin, en casa, a salvo. Lejos de Hyrule y todo el dolor. Lejos de todo.
Pero, si estoy en casa... ¿por qué siento frío?
¿Hola?
Llamo de nuevo, pero no hay respuesta. Emito una onda de luz, veo como se aleja entre las brumas de mi mundo. Esas brumas que no recuerdo que estuvieran ahí.
Comienzo a asustarme. Sé que no debería temer nada en este lugar, pero en cierto modo, es como si estuviera y no estuviera aquí. Porque el frío aún me invade, y esa sensación pertenece a los hylianos y humanos, no a los espíritus. Y esas brumas... esas brumas y la soledad. No es que los espíritus busquemos la compañía, pero no es habitual este silencio.
¡Hola! grito, empezando a asustarme. Y con el miedo, llegan las demás emociones.
Y los recuerdos.
¡Link!
¿Dónde estoy? Lanzo ondas de luz al aire, los gritos de conciencia con los que los espíritus nos comunicamos. ¿Dónde estoy? ¿Qué ha ocurrido? El dolor. Esos ojos como rubíes ensangrentados... todo está difuso, todo se pierde, como si me faltase la mitad de mi ser. Trato de alejarme, pero las brumas nunca se acaban, sigo, incansable, llamando, llamando, suplicando... Din, Nayru, Farore... ¿dónde estoy?
Me revuelvo, trato de alejarme de este dolor, de estos recuerdos que tengo solo a medias. Escenas fragmentarias. Un niño rubio gateando en el suelo del bosque, con unos ojos que eran más azules que el mismísimo cielo. Riéndose. Esa risa. Esa mirada, esa sonrisa que era un reflejo de tantas cosas...
Grito, lloro, me revuelvo. Era mío, diosas, ¡era mío! ¿Dónde estoy? ¿Por qué? ¡Os lo entregué todo mil veces! Diosas... ¿por qué?
Dejo de moverme. No tiene sentido. Las brumas no están allá donde quiera que vaya, simplemente yo no puedo alejarme de aquí. Algo me retiene, algo me ata. A medio camino. Ni hyliana ni espíritu. Siempre a medio camino. Siempre inútil...
Me quedo inmóvil y lloro, lloro como solo puede llorar un espíritu sin lágrimas y sin voz. Me dejo arrastrar por el dolor, por la separación que sé definitiva. Ya no puedo hacer nada, ni siquiera verle... ni siquiera... inútil. Inútil mota de luz perdida. ¿Qué me hizo creer que podría servirle de algo? Solo soy... luz... dolor... una niña. 
Nunca fui más que una niña. Una niña idiota que se dejó engañar. Es culpa mía. Todo es culpa mía. Culpa mía por ceder a lo que sentía. Porque lo que sentí estaba mal. Porque nunca debí sentirlo. Porque nunca debí confiar. Porque sabía que tarde o temprano uno de los dos moriría... y elegí ser yo. Da igual que lo supiera o no.
Todo esto es culpa mía.
Todo. Por volver a Hyrule, por intervenir. Debí conformarme con la existencia que las diosas me dieron. Debí desaparecer. Solo soy... solo era...
Lloro. Lloro mientras me aferro a su nombre, al recuerdo de sus ojos, a mi propio miedo. A todo lo que me odio a mí misma. Tenía los ojos rojos como un amanecer en Gerudo. Tenía los ojos rojos como mi propia sangre destellando en sus labios. Era...
Debí matarlo.
Nunca debí nacer.
Pero a pesar de todo...
Perdóname, Link.
El llanto me va ahogando por dentro. Desearía extinguirme. Pero sé que no lo haré. Me han privado incluso de eso.
Perdóname...

El tiempo no transcurre para los espíritus. Pueden haber pasado años o días, o tal vez solo minutos. Envuelta en mi dolor, experimento la eternidad mientras todo me abandona. Todo. Todo...
Levántate, niña espíritu.
La voz resuena como el tañido de una campana, me hace estremecer hasta lo más profundo de mi esencia. Alzo la cabeza. ¿La cabeza?
¿Qué está...?
Sigues anclada a ese cuerpo, niña espíritu, me responde la voz, profunda y amable. Parece querer consolarme, librarme del dolor. Pero no puedes volver a él.
Mi cuerpo... no puede existir en este plano, digo, confusa. Parpadeo un par de veces; es obvio que mi cuerpo sigue aquí. El cuerpo de Hashi...
No es tu cuerpo, niña, responde la misma voz, con infinita paciencia. Es un reflejo de lo que ocurre con tu cuerpo en Hyrule. Eres un espíritu muy joven, ¿verdad?
No lo sé, respondo, y es verdad. No todos los espíritus tienen conciencia de su propia edad. Recuerdo haber observado Hyrule desde hace siglos... pero la mayor parte de mis recuerdos se centran en Link. Antes de eso, sé que visité Gerudo. Y antes... antes estaba aquí. Sin más. Y qué más da. Él ya no está. Ya no están.
Deja de regodearte en tu dolor, niña espíritu, insiste la voz, y yo sacudo la cabeza. El pelo, o más bien la sombra fantasmal que es en este mundo, me ha crecido hasta los hombros. ¿Cuándo tiempo ha pasado?
Solo me queda el dolor. ¿Quién eres tú para darme lecciones? No sabes lo que he vivido... grito, furiosa. No me aferro al dolor. Me aferro a sus recuerdos, a los recuerdos de los dos. Al fin y al cabo, ¿qué otra cosa me queda?
Lo sé perfectamente. Y la autocompasión no te devolverá a Hyrule.
¡Nada me devolverá a Hyrule! grito, poniéndome en pie. Noto la presencia del otro espíritu, su fuerza, muy superior a la mía. Sé que no debería, que le debo respeto, pero no puedo más. Ya nada importa. Si lo enfurezco lo bastante como para que me extinga... si logro que me odie lo suficiente...
Si hago que me mate.
¡Vete! chillo, con todas mis fuerzas. ¡Lárgate, no te atrevas a decirme lo que debo hacer! ¡No te atrevas a interponerte en mi camino! ¡Nunca...!
No hay ninguno camino en el que interponerse, niña me responde la voz, con el mismo tono paciente que lleva usando desde que llegó. Estás anclada. Atada por tu dolor. Y te extinguirás en el.
No sabes nada, susurro, agotada, dándome por vencida. No sabes lo que es ser hyliano. No sabes lo que es sentir... no sabes lo que es ser un espíritu guardián.
Lo sé, niña, lo sé, me responde la voz, con un extraño tono de dulzura. Yo soy guardián de toda una región. Sé lo que sientes. Ahora imagínate sentirlo con cada uno de los habitantes de una región...
Lanayru, musito, al reconocer al fin la poderosa presencia que despliega su luz ante mí, en algún lugar más allá de las brumas. Sé que debería disculparme, pero no tengo ánimos para nada más. Confío en que el reconocimiento sea suficiente.
Volverás a la luz, niña espíritu. Pero jamás mientras sigas ahogándote a ti misma en el dolor.
Abro la boca para responder, pero Lanayru ya se ha alejado. Por lo que sé, el gran espíritu nunca ha sido de los más pacientes. Y tiene siglos de existencia a sus espaldas. Como espíritu, y como otras cosas...
Me dejo caer de nuevo, rodeándome las piernas con los brazos, apoyando la cabeza en las rodillas. Cierro los ojos, aprieto los párpados casi con fiereza.
No puedo rendirme. No mientras me quede un último resplandor. Las diosas me escucharon una vez. Pueden escucharme otra. Por él... por ellos... tengo una deuda que saldar.
Din, Nayru, Farore... sigo aquí.

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domingo, 3 de marzo de 2013

Twilight Princess (XXIV)

Ilia

Farone es hermoso incluso en la guerra.
Talo e Iván avanzan unos pasos por delante de mí, el rubio con su espada de madera en ristre, Talo medio agachado, aguzando el oído. Yo camino, arrastrando a Bea de la mano, tratando de evitar las zonas de terreno abrupto, de maleza más cerrada. La niña se ha convertido en una sombra de sí misma, en una criatura melancólica que se deja conducir bosque a través, sin hacer preguntas, sin apenas hablar.
Hace frío. A nuestro alrededor, todo es de un verde profundo, hermoso incluso en plena noche. La preciosa luna que brilla en el cielo ilumina todo a nuestro alrededor, dándole al bosque un extraño brillo fosforescente. La piel pálida de Bea parece brillar en la oscuridad. Tiene un aspecto espantoso, con el pelo enredado y la ropa desgarrada, y unas ojeras tan oscuras que parecen hematomas. Imagino que mi aspecto no será mucho mejor.
El único que parece conservar la serenidad es Iván. Mucho más delgado que cuando salimos de Ordon, con las mejillas demacradas marcadas por una pelusilla adolescente y el pelo desgreñado, Iván parece mucho mayor y más fuerte. En sus ojos no hay rastro de la ansiedad febril que nos invade a Talo, a Bea y a mí, si no una firme determinación, una voluntad inquebrantable de salir adelante. Es él quien nos guía, quien se mantiene cuerdo en medio de toda esta locura.
Los demás aguantamos como podemos. Talo está ansioso, casi histérico; no hace otra cosa que preguntarse en voz alta qué habrá sido de Lalo, dónde estará, si estará vivo. Se retuerce las manos continuamente, y tiene los labios resecos y ensangrentados de tanto mordérselos, al igual que las uñas. Bea se ha sumido en una extraña inconsciencia, en un estado de ausencia continuo que la mantiene alejada de la realidad, del horror que estuvo a punto de vivir.
Y yo... yo me aferro de un modo ridículo a la esperanza de ver a Link. Me aferro a mi herida, al dolor que me provoca su ausencia, a lo muchísimo que lo echo de menos, al recuerdo de sus ojos, de esa sonrisa que antes me regalaba sin pensar... Link, su valor, su dulzura desinteresada, su calor. Link y su generosidad...
-Ilia - me detiene Iván de pronto, alzando una mano -, hay alguien ahí delante.
Los cuatro nos detenemos, mirando a nuestro alrededor asustados. Iván se agacha lentamente, tratando de confundirse entre la maleza, y los demás le imitamos rápidamente. Tengo que tirar de Bea para que se agache a mi lado, pero se deja caer dócilmente y sin hacer ruido, casi con la misma languidez que una hoja de árbol.
Ladeo la cabeza, tratando de captar algún ruido en el bosque. De pronto, me doy cuenta de que no hay ningún sonido que pueda escuchar. Los los pájaros se han callado, ni siquiera el viento agita las hojas de los árboles. No se oye ni un solo ruido... salvo los pasos que se alejan. Entre las hierbas altas, Iván me dirige una mirada cargada de pánico. Hay una urgencia extraña en su mirada.
Nos quedamos unos instantes más tendidos en el suelo, inmóviles. Contrariamente a lo que espero, en cuanto los pasos se desvanecen Iván se pone en pie precipitadamente y corre tropezándose hacia algo que no llegamos a ver. Alzo la cabeza por encima del follaje y veo cómo se deja caer de rodillas... junto a un cuerpo tendido.
-Mierda - mascullo, sorprendiéndome a mí misma por mi vocabulario -. ¡Talo, quédate con Bea! - digo, antes de ponerme en pie y acercarme a paso rápido.
Sé algo de medicina, y confío en poder hacer algo por la figura tendida en suelo... hasta que me acerco y la veo. Es una chica muy joven, con el pelo negro y corto. Está terriblemente pálida. Su carita tiene un extraño gesto de paz; la frente estrecha, invadida por el flequillo, está relajada. Los grandes ojos están cerrados, y la boca pequeña esboza una minúscula sonrisa.
Pero tiene los labios manchados de sangre.
Su cuerpecillo es sorprendentemente delgado y nervudo. Sus manos pálidas aferran con desesperación la empuñadura de una espada que conozco muy bien, pues es la que ha portado Link todo este tiempo. Y un poco más abajo, bajo la hoja, una flor de sangre se derrama sobre su camisa gris de tela basta. Solo con verla, entiendo que no hay nada que hacer.
Pero tengo que intentarlo.
-Iván... - susurro, sin saber muy bien qué hacer -, coge la espada.
-¿Crees que aún está viva? - pregunta el muchacho, dubitativo, apartándose el flequillo de la cara.
Yo sacudo la cabeza, porque no estoy segura. Está tan pálida... me arrodillo a su lado, apoyo dos dedos en su garganta y presiono.
Contra todo pronóstico, la niña sigue viva. Siento su pulso aletear bajo mis dedos, tan tenue que apenas puedo percibirlo, pero sigue ahí. La niña está helada, inmóvil, casi muerta... pero aún viva.
-Coge la espada - repito, mientras me remango despacio. Iván se inclina y suelta uno a uno los dedos de la niña de la empuñadura de la espada de Link. Con un suspiro, le aparto las manos y extiendo sus manos a ambos lados de su torso, antes de mirar su herida a través del desgarrón de la camisa -. Diosas - jadeo, antes de apartar la vista y volver a colocar las manos de la niña sobre la herida.
-¿Qué ocurre? - murmura Iván, y yo sacudo la cabeza, incapaz de decir nada, dejándome caer sentada en la hierba, aún mareada -. Va a morir - entiende Iván, y yo asiento, sin saber qué decir. He visto el suelo del bosque a través del torso de una niña. No hay forma de describir esto.
Nos quedamos inmóviles junto a la niña agonizante. La noche se retira y amanece despacio, y no nos atrevemos a hablar, ni a apartarnos del lado de esta muchachita. La piel de la niña está helada y blanca, cada vez se asemeja más a una estatua de mármol.
Yo no puedo dejar de hacerme preguntas. ¿Quién le ha hecho esto? ¿Por qué? La niña tiene ya una cicatriz en la sien, así que asumo que no es la primera vez que alguien la hiere. Es obvio que la muchachita ya es ha visto antes envuelta en luchas, así que no puedo evitar preguntarme ¿por qué? ¿Qué ha llevado a una niña tan joven a esta guerra? Las pequeñas manos tenían los callos característicos de sujetar una espada. Esta cría es una guerrera.
¿Por qué?
¿Y por qué sujetaba la espada de Link?
Esa pregunta me atormenta. ¿Link le dio su espada a una niña? ¿Por qué? ¿Quién es ella? ¿Conoce a Link? ¿Vendrá a buscarla? ¿La buscará a ella o a la espada?
Las preguntas rebotan en mi mente hasta que caigo dormida.

-Ilia.
Me revuelvo en las brumas del sueño, tratando de apartarme de la voz que me llama y de la mano que me sacude suavemente el hombro, mascullando entre dientes palabras ininteligibles.
-Ilia, despierta - insiste Iván, con tono de urgencia -. Ilia, Link está aquí.
Abro los ojos de golpe. Me incorporo como una sonámbula, mirando a mi alrededor, buscándole con la mirada, desesperada... hasta que lo veo arrodillado junto a la niña tendida. Acuna su cabecita desgreñada con infinita ternura, casi inmóvil. Está de espaldas a mí, así que veo la Espada Maestra de nuevo en su vaina, cruzada bajo el escudo.
-Link - susurro, acercándome a él despacio. Link no aparta la mirada del rostro de la niña, que sigue tan pálida como cuando la encontramos, igual de inmóvil -. ¿Quién es? - pregunto, al ver las lágrimas que ruedan lentamente por las mejillas del Héroe de Hyrule.
-Se llama Hashi - susurra Link, y me parece percibir un minúsculo aleteo en los párpados de la niña al oírle hablar -. Era... no sé decirte lo que era. Siempre estuvo conmigo.
-¿No puedes curarla? - susurro, desesperada por encontrar un modo de hacer desaparecer la desesperación del rostro de Link.
Pero él niega con la cabeza, lentamente. Hace un gesto con la barbilla hacia una botella vacía que yace en el suelo, y por la abertura de la camisa veo que la herida de la niña está curada.
Sin embargo, sigue inmóvil.
-¿Por qué...?
Sin responder, Link levanta con delicadeza uno de los párpados de la niña. En el ojo solo se ve la pupila, de un gris oscuro, desvaído. El iris es un círculo difuso y blanquecino, apenas visible.
-Hashi se sostenía por energía. El color de sus ojos, dorado intenso, era reflejo de la energía que había en ella. Ahora no le queda nada - susurra, mientras deja la cabecita de la niña en el suelo de nuevo -. Ella vino al mundo para intentar darme una segunda oportunidad de ser feliz. Y el egoísmo de unos pocos malvados destruyó la paz, y acabó con ella.
Link me mira fijamente, y veo una oscuridad desconocida en sus ojos, una rabia como nunca había visto antes.
-Hyrule, el Crepúsculo... el mundo es un lugar terrible. Sus pobladores son mezquinos, despreciables. Hashi era pura luz, solo inocencia. Y la han destruido solo por avaricia.
-Pero no está muerta... - trato de intervenir, pero Link me lanza una mirada asesina.
-Mejor sería que lo estuviera. Estará así para siempre, ni viva ni muerta. Suspendida en la nada. Atrapada para siempre en ese cuerpo hyliano en el que se confinó - Link se pone en pie, con el rostro ensombrecido por el flequillo, y un rictus amargo en los labios -. No vale la pena seguir luchando por este mundo. Las diosas nos lo regalaron todo, me exigieron todo lo que podían exigirme... y al final, me enviaron una segunda oportunidad. Y la han destruido.
No sé qué decir. No hay nada que decir. Se me llenan los ojos de lágrimas mientras Link se aprieta los mitones de cuero, se inclina para depositar un beso leve en la frente de la niña y me da la espalda.
-Adiós, Ilia. Os deseo suerte.
-Link... - llamo, pero no sé qué decir, no hay nada que decir. Jamás imaginé nada así. Ni en mis peores pesadillas.
A mi lado, Iván mira a su héroe alejarse con expresión de desolación, destrozado, casi tan destrozado como Link.
-¿Y la niña? - pregunta, con la voz rota.
La respuesta y la voz de Link nos hielan la sangre en las venas.
-Hashi está prácticamente muerta, Iván. Como todos nosotros.

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lunes, 25 de febrero de 2013

Twilight Princess (XXIII)

(    ¡Un mes! No me matéis, los que aún sigáis por aquí... he estado asquerosamente liada, y tengo buenas excusas. Excusas de hospitales y de un par de broncas enormes. Así que SUPLICO vuestro perdón, humildemente y de rodillas. Creo que ya estoy de vuelta. Casi.
       Muchos besos a todos.)

Link

Alzo la mirada al cielo apenas un segundo; me ha parecido ver un borrón en el aire... pero temo que sea una alucinación provocada por el cansancio.
Un golpe de escudo en la espalda es la recompensa por mi momento de distracción, y yo escupo un trago de sangre y maldigo para mí mismo, girándome e interponiendo mi propio escudo entre mí y mi atacante antes de que vuelva a golpearme. El que me ataca es un twili de grandes ojos y sonrisa de dientes afilados. En su rostro hay una expresión de salvaje euforia, y me dedica un siseo felino enseñándome los dientes. Se lanza sobre mí con la espada por delante, y yo la intercepto en el último segundo, antes de tirarme al suelo y rodar a su costado. Antes de que pueda darse la vuelta, me pongo en pie y hundo mi espada en su torso.
En el fragor de la batalla no hay tiempo para nada; apenas puedo pensar, simplemente soy fuerza e instinto, incluso algo de rabia. Ya no lucho por nadie, no me aferro al recuerdo de Midna, de Hashi o de Ília. Ya no me aferro a nada, solo ataco por sobrevivir. Simplemente por mantenerme con vida.
De nuevo, me parece percibir un borrón por el rabillo del ojo. Una mota negra en el cielo, tan rápida que apenas puedo seguirla con la mirada, pero ahí está. Aguzo la vista, tratando de averiguar qué es, si nos supone una amenaza, pero en ese momento un twili hunde su lanza en mi costado y me arranca un alarido de dolor.
El hada escapa de la botella sin intervención mía y me rodea, girando a mi alrededor frenéticamente, ella cada vez más débil, yo cada vez más fuerte. Sus ojillos brillantes se cruzan con los míos un instante antes de desaparecer, y siento una punzada de dolor en lo más profundo del alma por su sacrificio. Pero no hay tiempo para llorarla ahora.
El twili me mira asombrado, pero no le doy mucho tiempo para sorprenderse. De un brutal golpe con el escudo lo lanzo hacia atrás, y hundo la espada entre sus costillas. Me dedica un siseo entre los dientes afilados antes de que sus ojos se apaguen.
Un extraño zumbido estremece el aire, y miro hacia arriba, entendiendo que no prestar más atención a lo que quiera que volase sobre nosotros ha sido un error. La batalla se detiene por un instante, y todos los combatientes miramos hacia el cielo, donde una de las estremecedoras aves del Crepúsculo mantiene sus alas extendidas, vibrantes contra las corrientes de aire que la sacuden. Sobre su lomo, con los brazos entendidos y la flamígera cabellera al viento, se sienta una figura que conozco bien, una figura que en estos momentos parece tan salvaje como el resto de sus compatriotas.
-Midna - mascullo, mientras todos los combatientes corean su nombre.
La mayoría de ellos lo grita con odio, como una maldición, un insulto a la Princesa Renegada. La mayor parte de los zora saben que ella está con nosotros, pero ni siquiera ellos pueden evitar la duda al verla ahí, con su sonrisa salvaje y su aire amenazador.
Midna hace un gesto con las manos, como si pretendiera separarnos. Yo miro a mi alrededor; los zora han retrocedido hacia el Lago de Hylia, mientras que los twili ocupan una estrecha franja entre el Castillo de Hyrule y el lago. Me doy cuenta de que están prácticamente sitiados... si no fuera por la abrumadora superioridad numérica.
La Princesa del Crepúsculo vuelve a hacer el mismo gesto, y veo que algunos de los twili retroceden, quizá simplemente por instinto, porque están acostumbrados a obedecerla. Yo doy un paso hacia el lago inconscientemente, preguntándome qué es lo que pretende Midna. ¿Realmente cree que puede detener la batalla?
De pronto, una flecha surge de entre las filas de los twili. Midna está demasiado arriba como para que puedan alcanzarla, pero es el detonante para que otras flechas sigan a la primera, para que la batalla se reanude. Me veo obligado a defenderme de nuevo, a luchar... hasta que veo lo que realmente pretendía Midna.
La Princesa del Crepúsculo ha abierto uno de los portales que abrimos en todo Hyrule. Desde el lomo de su ave, Midna ha abierto un portal, y desaparece por él en un instante. De nuevo, me pregunto qué pretende. ¿Huye, sin más? ¿Qué está intentando?
Una twili se abalanza sobre mí, una hembra de grandes ojos violetas y dientes muy afilados. Sisea al saltar, levanta el labio superior con un gruñido bronco, hace un quiebro en el aire para esquivar mi espada. Su largo cabello blanco vuela tras ella mientras danza a mi alrededor, esquivando y atacando en una sucesión vertiginosa. Sin embargo, no parece querer matarme, no ataca con la bastante virulencia. ¿Qué está pasando?
El fragor sordo resuena de nuevo a través del aire, y veo que Midna a reaparecido a través del portal... arrastrando el puente de Eldin consigo. Veo la mole de piedra balancearse sobre nosotros, cada vez más cerca de la tierra, y entiendo lo que está haciendo. Desde luego, puede detener la batalla. No sé cuántos twili y zora se llevará por delante, pero parece decidida a separarnos, furiosa y tan salvaje como sus súbditos. El puente cae lentamente, y me doy cuenta de que Midna nos está dando tiempo para correr, para apartarnos. Aquellos incapaces de dejar de matar mueren bajo el peso del puente, pero los que aún somos algo sensatos huimos, cada uno hacia nuestro lado, los twilis hacia el Castillo de Hyrule, los zoras y yo, hacia el Lago.
Sin embargo, Midna no se detiene ahí. Con un aullido que taladra el cielo, la Princesa del Crepúsculo alza de nuevo la gigantesca mole de piedra, agrietada y prácticamente destrozada, y la lanza sobre los twili que huyen, cortándoles el paso hacia el Castillo de Hyrule. Como si de un rebaño de cabras se tratara, los conduce hacia Farone, hostigándolos como a animales, antes de dejar caer el puente. Lo arroja como si de una muralla se tratase, marcando una línea divisoria.
Midna ha acabado con el Sitio del Castillo ella sola. Si alguien dudaba de su lealtad, ya no tiene motivos para hacerlo. Farone, Latoan y Eldin siguen bajo el dominio de los twili, pero Midna nos ha devuelto Lanayru.
Al menos, ahora tenemos una oportunidad de hacernos fuertes, de seguir luchando.
Alzo la mirada al cielo y veo a Midna volver hacia el campo de batalla, sobrevolándolo a lomos de su ave. Con un elegante quiebro, el ave gira y desciende dando una larga curva, dirigiéndose hacia el lugar donde continúo en pie, mirando fijamente a la Princesa del Crepúsculo.
El ave se posa suavemente en el suelo, con las alas aún desplegadas, y Midna me mira orgullosamente desde su lomo. Su piel blanca y negra se ve apagada, despojada de su brillo, y tiene los hombros hundidos, agotada. A pesar de todo, me dedica una sonrisa ladeada, triunfal.
Con un agudo chillido, el ave remonta el vuelo, llevándose consigo a Midna. La Princesa del Crepúsculo ni siquiera mira hacia atrás. Simplemente me abandona en un campo de batalla donde ya nada se mueve, dándome a entender que aún no me ha perdonado y que, probablemente, nunca lo haga.

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lunes, 21 de enero de 2013

Twilight Princess (XXII)

(Queridos todos;
      no sé si quedará alguien por aquí. Los exámenes me han tenido bastante secuestrada, y además, perdí mi vieja cuenta del fake... y no me veía con ánimos de hacerme una nueva. En cualquier caso, vuelvo a estar por aquí, quizá no con tanta frecuencia, pero si queda alguien que aún me lea... pues gracias :)
   Podéis poneros en contacto conmigo (para sugerir cosas o colaboraciones, o simplemente darme una opinión) a través de los comentarios del blog o en mi correo para este tipo de cosas: wolverine_black@hotmail.com
       Y esto es todo, espero que os guste el rumbo que va tomando la historia.
        Muchos besos,
                    L.)
    

Midna

Las murallas de la Ciudadela no podrán resistir eternamente.
Yo lo veo, Salma lo ve, Perícleo lo ve y Telma lo ve, pero aún así luchamos por mantener los ánimos altos, porque en el momento que los defensores de la ciudad se sientan derrotados, la derrota será solo cuestión de tiempo.
Sobrevuelo la ciudad con mi ave todos los días, rodeada por mi esfera de energía. Señalo los puntos más vulnerables en las murallas, trato de prever la siguiente acción de los invasores, de vez en cuando hago un pequeño ataque relámpago para crear un poco de confusión entre nuestros atacantes. Lo cierto es que tengo miedo de que todo esto sea inútil, de que Zeinan supere nuestras defensas y todo Hyrule acabe sometido a las sombras otra vez.
¿Cómo pueden estar tan ciegos? ¿Soy la única que ve que, en realidad, no tiene sentido que los twili conquisten Hyrule? Este es un mundo de luz, y la luz no es para nosotros. Ni sumiéndolo en las sombras de nuevo llegaría a ser realmente nuestro... nosotros ya tenemos un hogar en el Crepúsculo. No tiene sentido perderlo por simple ambición.
Pero mi pueblo se agolpa ante las murallas de la Ciudadela pidiendo la sangre de los hylianos y sus defensores. Mi pueblo, el pueblo al que intenté gobernar con justicia, manipulado y utilizado para las ambiciones de otro tirano cruel. El dolor que siento es difícil de explicar; me siento traicionada y traicionera, luchando contra mi propio pueblo en lugar de permanecer a su lado en estos momentos.
-¡Midna! ¡Midna, ¿qué ves?!
Sacudo la cabeza para salir de mi ensueño y miro a mi alrededor, concentrada. Las tropas del Crepúsculo rodean la Ciudadela en un campamento perfectamente organizado. Los turnos de guardia son implacables, y no parece que haya nada que pueda quebrar el asedio del Castillo... hasta que veo humo procedente del Lago de Hylia.
-¡Hay escaramuzas en el Lago! - grito, tratando de que Salma me oiga por encima del batir de las alas de mi ave - ¡Hylia! ¡El lago de Hylia!
Veo a la mujer guerrera hacerme gestos de asentimiento con la mano y dirigir a un grupo de defensores hacia la muralla oriental del Castillo. Les sigo desde el aire, vigilando a los twili que me miran con odio desde los alrededores del Castillo. Trato de apartar mi mente de la desolación que me producen esas miradas, y apremio a mi ave hasta el límite de la muralla, donde se posa elegante como una rapaz, plegando sus enormes alas en torno a mis piernas.
Me inclino sobre el cuello del ave, palmeándoselo suavemente, tratando de ver qué ocurre en el Lago de Hylia... sin mucho éxito, todo sea dicho. Está demasiado lejos para que alcancemos a ver algo más que humo de muchas hogueras, enturbiando la vista. Perícleo saca un viejo catalejo y enfoca al Lago de Hylia.
Masculla un juramento entre dientes.
-¡Los zora! - repite Salma, gritando y haciendo gestos a la gente que espera en el patio del Castillo - ¡Han venido los zora! ¡Los zora!
El grito se convierte en un clamor repetido por todo el Castillo entre exclamaciones de júbilo y vítores. Salma y yo, sin embargo, no somos tan optimistas; aunque los zora hayan venido en nuestra ayuda, aún están muy lejos... necesitamos abrir una brecha en el sitio para que puedan llegar a nuestro lado, para que podemos luchar codo con codo.
Cruzo una mirada con Perícleo y Salma, y los dos asienten y vuelven a clavar la mirada en el lejano Lago, seguramente preguntándose cómo vamos a abrirles camino hasta nosotros. Yo me muerdo el labio y sacudo la cabeza; tengo algunas ideas, pero preferiría no llevarlas a cabo a no ser que la situación sea desesperada.
Pero la situación se hace desesperada por sí misma.
Los zora parecen haberse hecho con el Lago, pero no logran hacer retroceder a los invasores lo suficiente como para llegar hasta nosotros.
Es difícil explicar el modo en el que lucha mi pueblo. No somos hylianos, ni humanos. Somos una raza aún joven, apasionada y salvaje... mucho más salvaje de lo que los habitantes de Hyrule podían imaginar. Usamos armas en la batalla, claro, pero nuestra mejor arma son nuestros propios cuerpos. Esbeltos y elegantes, más que luchar danzamos, ejecutamos un rápido baile en torno a nuestros enemigos, antes de superar sus defensas y derribarlos.
Somos criaturas de un mundo oscuro; en consecuencia, no dependemos de la vista tanto como los hylianos. Nuestros ataques son todo instinto, el instinto de lucha salvaje que nos ha hecho sobrevivir en un mundo de oscuridad. Colmillos afilados, cuerpos felinos, mi pueblo es letal en la batalla y los zora, una vez fuera del agua, no tienen nada que hacer contra los míos. Impotentes, desesperados, vemos desde las murallas cómo los twili vuelven a empujar a los zora hacia el Lago, empujando con ellos nuestra esperanza.
Salma y Perícleo dejan escapar gritos de consternación, y de pronto soy consciente de que esta guerra no va a acabar. No vamos a matar a Zeinan y a volver a casa de nuevo, felices y perdonados. En las expresiones de los guerreros que me rodean veo auténtico odio, una rabia como nunca había visto antes. Se me llenan los ojos de lágrimas sin poderlo evitar, pero sacudo la cabeza, decidida; no hay tiempo para tonterías.
-Llévame a la torre del homenaje, pequeño - susurro -. Tenemos que hablar con Zelda.
Con un imperceptible asentimiento, mi ave despliega las alas y se zambulle en el aire, elegante como una flecha recién soltada del arco. Bate el viento con suavidad, ascendiendo poco a poco mientras yo me despido lentamente de las absurdas esperanzas que me había fraguado.

-¿No hay otro remedio?
La voz de Zelda es serena, fría, y yo siento como si se me clavase por dentro.
Aprieto los dientes.
No es la cosa más fría que me he visto a soportar en mi vida. Podré con ello. Y con más.
-Si tenéis otra solución, Reina, estaré encantada de oírla y llevarla a cabo. Pero mientras dais con ella, los zora seguirán muriendo a orillas del Lago de Hylia... y todas nuestras esperanzas con ellos.
Zelda cierra los ojos, enmarcados por profundas ojeras. Está pálida como la luna, y su pelo cae suelto sobre los hombros, desgreñado y liberado del complicado peinado de trenzas que solía lucir. La Reina de Hyrule ha luchado junto a su pueblo, como atestiguan los vendajes en su brazo izquierdo, y el agotamiento ha pasado factura.
Cuando los abre, veo una férrea determinación en ellos.
-Adelante, Midna - susurra -. Tienes mi permiso para lo que pretendes llevar a cabo, Princesa del Crepúsculo.
Abro la boca para responder y despedirme, pero en ese momento, un soldado vestido con una reluciente armadura dorada, abollada y cubierta de sangre. Corre a duras penas hasta Zelda y se deja caer a sus pies, jadeante.
-Mi Reina... - susurra, mientras sangre escapa entre los labios entreabiertos -, mi Reina, hay que abrir una brecha... él... él... mi Reina, debéis escucharnos... él está con ellos...
La reina se arrodilla con gentileza junto al soldado caído y le sujeta el rostro entre las manos con cuidado.
-Os escucho, soldado de Hyrule. ¿Quién está con ellos?
El soldado cierra los ojos con una sonrisa satisfecha, como si su mayor expectativa acabase de verse cumplida. Respira hondo, provocando que más borbotones de sangre escapen de su boca.
-El Héroe de Hyrule, mi Reina... - jadea, aliviado por haber llevado al fin la información a su destinatario, y yo siento que se me para el corazón -. Link de Ordon... está con los zora... Perícleo dice... ha visto ropas verdes... su... catalejo...
La voz del soldado se hace cada vez más débil, sus palabras más incoherentes, pero yo ya he entendido lo que había que entender.
Link está allí.
Link ha traído a los zora, y está luchando a su lado. Puede que incluso muriendo a su lado.
Tengo que llegar hasta él.
-Me voy, Zelda - digo, obviando el protocolo, obviando la educación, obviando todo.
-No me falles, Princesa - dice Zelda, con voz alta y clara, sosteniendo el cadáver del soldado. Sus ojos son dos zafiros helados.
Le dedico mi mejor sonrisa lobuna, enseñándole los colmillos, haciendo aparecer un destello rojo en mis ojos. Las pupilas se me estrechan hasta formar una fina rendija, casi invisible. Todo mi cuerpo se tensa y se arquea, preparado para la batalla.
-No fallaré, Zelda - respondo, con la voz ronroneante y helada -. Puedes estar segura de eso.
Me giro sin despedirme y camino a grandes zancadas hacia la puerta, a la vez que me voy recogiendo la larga melena roja en una coleta alta. Todo mi cuerpo vibra de energía, cada una de las fibras de mi ser me pide que me vuelva y acaba con Zelda, por haberse atrevido a dudar de mí.
Pero no lo hago. Canalizo mi ira hacia donde debo, hacia Zeinan, hacia esta guerra sin sentido. Estoy asustada, me preocupa lo que pueda ocurrir...
Y a la vez, una salvaje alegría me invade.
Voy a la guerra. Voy a luchar.
La sonrisa no desaparece de mis labios cuando monto sobre los hombros de mi ave y con un salvaje grito de guerra nos lanzamos hacia el cielo mortecino, jinete y montura, preparados para la batalla y la guerra. Mi ave deja escapar un agudo chillido que me hace estremecer entera, y yo le devuelvo la llamada, ululando al viento frío de Hyrule, avisando a todo el que pueda oírme de que la Princesa del Crepúsculo va a la guerra y que esta vez, nada se interpondrá en mi camino.

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martes, 8 de enero de 2013

Twilight Princess (XXI)

Hashi

El cervatillo sigue a su madre, su colita levantada es como un pequeño faro blanco. Yo me agacho, pegándome más a la rama de mi árbol, tratando de respirar lo más suavemente posible. Temo que una ráfaga de aire cambie la dirección del viento y lleve el olor a la madre y su cría, así que monto la flecha en el arco rápidamente.
Apunto.
Respiro hondo.
Un, dos, tres.
Abro los dos ojos, con la cuerda contra la mejilla.
La suelto.
Solo se oye el silbido de la flecha, un golpe seco. Crujidos de la hierba al paso de un animal espantado, un golpe sordo cuando mi víctima..., no, mi presa, cuando mi presa cae desplomada en el suelo.
El cervatillo queda tendido con las patas extendidas y los ojos muy abiertos mirando al vacío. Un hilillo de sangre corre desde su belfo hasta su cuello, la flecha le ha atravesado un pulmón antes de llegar al corazón.
Salto del árbol y corro a su lado, apenada por su dolor. Tengo que comer, y no me siento culpable por cazar, pero eso no quiere decir que me guste ver sufrir a una cría simplemente porque mi puntería no es tan buena como debería. El animalito ya está muerto cuando me arrodillo a su lado, y con un suspiro lo tumbo patas arriba y comienzo a hacer un corte profundo desde el ano hasta la garganta. De un solo tirón, saco todas las vísceras y las tiro sobre el suelo del bosque.
Sé que el olor de la sangre pronto atraerá a depredadores más peligrosos que yo, así que arrastro a toda prisa a mi cervatillo, mucho más ligero ahora que está eviscerado. He aprendido bien las lecciones de Salma, aunque fuera a base de ensayo y error y de pasar mucha hambre los primeros días.
Me he construido un campamento improvisado en uno de los árboles más cercanos al pedestal de la Espada Maestra, de tal modo que puedo vigilarla la mayor parte del tiempo. Sin embargo, han pasado casi tres semanas y no hay ni rastro de Dark Link (lo que es un alivio) ni de Link (lo que destroza las ilusiones que me había hecho).
Sin embargo, por primera vez desde que estoy en este cuerpo soy total y absolutamente feliz. El bosque parece envolverme, acogerme como nada en este mundo puede hacerlo. Rodeada de verde y de vida por todas partes, de energía pura y vibrante que late y se multiplica, perdida en un lugar donde no tengo que hablar con nadie, ni comportarme correctamente con nadie...
Oigo el chasquido de una rama, y por el sonido seco que indica un peso mayor que el de un gato montés, sé que lo que se acerca no es amigable. Suelto el cervato y salto a un árbol, abrazándome a sus ramas, trepando como una ardilla todo lo alto que puedo. Solo cuando sé que las ramas ocultan mi camisa gris moteada y el brillo de la vaina de la espada me atrevo a mirar abajo, confiando en que lo que quiera que se acerque esté distraído con el cervatillo muerto.
Cuando lo veo abajo, cierro los ojos y trago saliva, conmocionada. Antes pienso en ello y antes...
Dark Link se detiene junto al cervato y lo observa pensativo. Las marcas del cuchillo son evidentes, es obvio que ningún animal salvaje ha hecho eso; ahora está sobre aviso, estará alerta ante cualquier ataque. He perdido la ventaja de la sorpresa, y puede que eso sea decisivo.
Dark examina los alrededores del cervatillo muerto, pero al parecer no se le ocurre mirar hacia arriba; el ser tan pequeña y ligera me ha salvado en esta ocasión... aunque probablemente me cueste la vida en un combate real. Trato de no pensar en ello mientras Dark se da por vencido y se aleja de mi presa para caminar hacia el claro donde descansa la Espada Maestra. Yo lo sigo de rama en rama, saltando como una ardilla o un mono, tratando de no hacer ruido... aunque ni siquiera sé bien qué hacer.
Cuando entra en el pequeño claro iluminado por la luz del sol, bajo de los árboles, quedándome agazapada entre los matorrales.
No sé qué hacer. Debería saltar sobre él ahora, atacarle mientras está desarmado... pero tal vez la espada lo rechace.
Aferrándome a esa esperanza me quedo inmóvil, acechante, rogando a las diosas que no permitan que la Espada Maestra confunda a esta criatura aberrante con Link. Con el corazón encogido, veo a Dark acercarse al pedestal, caminando lentamente, mirando a su alrededor con los ojos entrecerrados. Me llevo la mano a la empuñadura de la espada, aunque sé que ya es tarde, que nada de lo que haga podrá impedir que intente sacar la espada del pedestal.
Deseo con todas mis fuerzas que no logre sacarla.
-Maldita cobarde - me insulto a mí misma, desenvainando mi propia espada despacio. La hoja sale de la vaina con su habitual silencio, un silencio en el que he aprendido a leer una amenaza -. ¿Espíritu guardián? No mereces llamarte ni conejo de la suerte, mocosa idiota...
Las manos de Dark Link rodean la empuñadura de la Espada Maestra, y yo percibo un sutil cambio en el aire. La sensación es parecida a las ondas que se provocan al lanzar una piedra a un estanque, como si algo muy delicado se hubiera roto en la atmósfera cristalizada del bosque. Me estremezco de pies a cabeza, mientras Dark tira suavemente de la espada.
Con un susurro de acero, extrae lentamente la espada del pedestal.
-No...
Dejo escapar mi desesperación en un suspiro quedo, apenas nada, pero aún así resulta escandaloso para el fino oído de depredador de Dark Link. Se gira despacio, con la espada desenvainada en alto, los rojizos ojos recorriendo los alrededores del bosque.
-Hashi - me llama de pronto, y yo me estremezco -. Hashi, sal. Conozco esta luz. Sé que estás aquí.
Respiro hondo varias veces.
-Soy un espíritu guardián - me recuerdo a mí misma -. Da igual que esté encerrada en un cuerpo diminuto... no me importa extinguirme si mi protegido vive.  No importa extinguirse, si tu protegido vive... - me muerdo el labio hasta sangrar -. Cobarde - me insulto, antes de ponerme en pie.
Los ojos de Dark relumbran suavemente al verme.
-Hashi - me saluda, girando lentamente la espada -. Debería hacerte pagar por lo que me hiciste en Kakariko. Debería hacerte pagar hasta que llorases suplicando tu muerte.
Yo me estremezco y aferro mi espada (su espada) con ambas manos, blandiéndola por delante de mí.
-Inténtalo - susurro. No aspiro a vencerlo, no aspiro a sobrevivir. Pero suplico a las diosas que me dejen lisiarlo, o hacerle el daño suficiente para que no pueda llegar hasta Link -. Vamos, Dark. Acaba esto.
Él sacude la mano con suavidad, con un gesto que creo que pretende ser tranquilizador... pero le sale desganado, como con desdén... como si no tuviera que molestarse en luchar conmigo para vencerme.
-Hashi. No quiero matarte ahora. Y no tengo tiempo para ti. Te voy a dar una oportunidad.
-¿Qué...?
-Corre.
Su voz se afila de pronto, pasa de ser el tenue susurro de la escarcha quebrándose a ser una daga de hielo rasgando cada centímetro de mi cuerpo. Me hace desear correr, gritar, huir, esconderme debajo de una piedra... quitarme la vida yo misma, antes de que él me atrape.
Soy un espíritu guardián.
-No.
Dark Link alza una ceja con gesto de... ¿sorpresa? ¿Desdén? No lo sé, y no quiero saberlo. Blando la espada con ambas manos, firme pero relajada, como Salma me enseñó.  La interpongo entre los dos, dibujando una línea imaginaria.
Por un momento, me asalta el pensamiento de que toda mi existencia solo ha tenido como objetivo que llegase aquí, ahora.
Vamos.
Dark Link se lanza sobre mí con un elegante movimiento felino. Su forma de atacar es hermosa, como si el tiempo se detuviese para que él pudiera moverse más rápido de lo que es posible para un ser corpóreo. La potencia de su salto, el modo de moverse sus músculos cuando alza los brazos para dejar caer la espada sobre mí... este depredador, esta perfecta máquina de matar, me ha elegido a mí como su presa.
Y yo tengo que estar a la altura.
La Espada Maestra de Link choca contra la espada oscura que yo blando, y un extraño quejido estremece el aire. Luz y oscuridad enfrentadas, encarnadas en dos aceros poderosos como nunca había visto ninguno. La Espada Maestra reconoce el acero de Dark Link y deja escapar un destello, a la vez que mi espada parece palpitar con una oscuridad profunda.
Sin perder tiempo, doy dos pasos hacia atrás, salto hacia la derecha mientras Dark sigue mis movimientos con su espada (la espada de Link) interponiéndose entre nosotros, en guardia, mirándome fijamente, con esos ojos como rubíes ensangrentados que me hacen estremecer. Apretando los dientes, salto dos veces hacia la izquierda para coger impulso, doy una voltereta y me sitúo a sus espaldas, descargando la espada sobre sus hombros.
Dark se agacha a una velocidad sobrehumana y alza la espada. Incluso de espaldas su filo detiene el mío, y yo me veo obligada a saltar hacia atrás para evitar su siguiente ataque. Gracias a la vida en el bosque, aún no estoy cansada, pero sé qué pronto lo estaré y entonces estaré indefensa.
La única ventaja con la que cuento sobre Dark Link es que yo vivo aquí, y él no. Doy una rápida voltereta hacia atrás mientras pienso en ello, concentrada en esquivar las estocadas de Dark y detener el filo de la Espada Maestra cuando no soy lo bastante rápida. Dark me ataca una y otra vez, sin mudar la expresión, serio, con sus estremecedores ojos fijos en mí. Sabe que es cuestión de tiempo que uno de sus golpes me alcance. Y sabe que yo también lo sé.
Hace un tajo circular y yo salto hacia atrás como puedo, doblándome por la cintura para evitar el golpe por unos pocos milímetros; tan pocos que la Espada Maestra rasga mi camisa de tela basta, y siento el frío que  Dark trae consigo arañar mi piel.
Tirito.
En un esfuerzo desesperado, me giro y corro, todo lo rápido que puedo. De los depredadores del bosque he aprendido que cuando le das la espalda a tu cazador, quiere decir que te has rendido y que ya apenas puedes hacer nada para conservar tu vida.
Corro.
El peso del escudo de acero de Dark Link es excesivo, así que lo dejo caer. Dejo caer también la espada y corro hasta refugiarme entre los árboles de Farone, de este bosque que me hace sentir en casa.
De los depredadores del bosque he aprendido que es mala idea dar la espalda a algo que quiere darte caza. Pero de los lobos solitarios he aprendido que a veces es mejor mostrar flaqueza antes de sentirla.
Me encaramo a un árbol todo lo rápido que puedo y me asiento entre sus ramas. Dark Link me dedica una mirada torva, aburrido.
-Puedes quedarte ahí, Hashi. Al fin y al cabo, el plan era que te fueras.
Envaina la espada (la Espada Maestra, la espada de mi protegido, la espada de Link) y se gira con expresión de desprecio. Yo suspiro, aliviada, y alzo las manos en el aire, como si sujetase un arco. Cierro los ojos, y me centro.
Casi al instante, el aire vibra y comienzo a sentir como la energía escapa de mis venas. Entre mis manos sostengo un arco de luz pura, con una cuerda tan fina que apenas la veo. La flecha montada en él es de un blanco resplandeciente, incandescente como el metal al fuego. Apunto con cuidado, recordando mi error de esta mañana, tratando de hacer más daño del necesario.
A pesar de todo, las manos me tiemblan.
Comento un minúsculo error al soltar la cuerda.
La flecha de luz atraviesa la clavícula izquierda de Dark Link, un buen trecho por encima del corazón, y brilla un segundo antes de desaparecer.
El gemelo oscuro de Link se desploma sin un gemido, y yo salto del árbol y corro hacia él, cogiendo la espada oscura antes de acercarme.
-Te lo advertí - susurro, y a pesar de mi victoria la voz me tiembla -. Bueno, tal vez no lo hiciera. Pero sabías que debo defender a Link hasta la muerte. Lo sabías.
Para mi asombro, veo correr dos lágrimas gemelas, diamantinas, por las mejillas de Dark Link. Los párpados cerrados le tiemblan.
-Hashi... no sabes lo que es mi vida - susurra, y de pronto su fría voz suena vulnerable, aterrada -. No sabes lo que es ser un condenado de un destino cruel, sufrir cada día de tu vida como aquellos a los que haces sufrir. Mi condena es arrasar con todo antes de que mi propio dolor acabe conmigo. Nunca sabrás lo que es la soledad, lo que es saber que cada criatura de este mundo te quiere muerta. Nunca lo sabrás... a ti las diosas te bendijeron. Eres una criatura de luz... protectora del favorito de las diosas.
Casi sin darme cuenta, dejo caer la espada oscura de entre mis dedos. Choca contra el suelo con un ruido sordo, mientras Dark Link abre sus ojos rojos y me mira con expresión atormentada.
-Acaba ya, niña espíritu. No tiene sentido alargar la agonía... no me humilles más.
Abro la boca, pero la cierro sin saber qué decir. La boca me sabe a sangre, la sangre que me corre por la barbilla por haberme mordido el labio de pura concentración.
No puedo matarlo. Es tan oscuro como yo luminosa y de pronto, siento que si desaparece el mundo estará mucho menos equilibrado. No puede ser que Link y yo vivamos, y él no.
Es como el Crepúsculo. La luz y la oscuridad no pueden convivir... pero la una no sería sin la otra.
Y Dark se parece tanto a Link...
-Hashi - susurra, con voz muy queda -. Bésame, Hashi. Una vez. Solo una vez antes de matarme. Por favor... no me dejes ir solo.
Cierro los ojos, inmóvil. Sí, quiero besarle, y es vergonzoso por mi parte. Yo le he atravesado con una flecha, yo he jurado matarlo para proteger a Link... pero sé que nunca sabré olvidarle.
-Emociones - murmuro, en voz muy baja. Como una maldición.
Me dejo caer de rodillas a su lado, y Dark Link se incorpora despacio, con un gran esfuerzo debido a su herida. Me sujeta las manos por los hombros y me besa mientras me quedo inmóvil, atrapándome en su red de hielo y terror.
No puedo parar de temblar. Estoy aterrorizada. Durante una eternidad sus labios helados se mueven contra los míos, mientras su lengua experta explora el interior de mi boca y sus manos recorren mi espalda con delicadeza, con la habilidad del que ha hecho esto un millón de veces, y lo hará un millón más.
No quiero que pare.
Pero para.
Se separa de mí mirándome fijamente a los ojos. Sus iris de sangre brillan de un modo extraño... tal vez como una advertencia.
-Amar es darle a alguien la oportunidad de hacerte mucho daño, y esperar que no te lo haga - me dice, con voz monocorde -. Es hora de que lo aprendas, Hashi.
-¿Qué...?
Lo entiendo todo cuando la Espada Maestra se hunde en mi vientre. Siento como desgarra cada uno de mis músculos, como destroza mis entrañas, como choca con mi columna y la rompe antes de salir por mi espalda. Lo siento todo con una claridad meridiana, casi tan doloroso como el chasquido del corazón que no sabía que tenía. Siento la sangre deslizarse a ambos lados de mi cintura, el calor abrasador de su hoja.  Una oleada de sangre llega a mi boca desde mi vientre, cálida e intensa como la vida que está escapando con ella. Quiero gritar, correr, quiero hacer cualquier cosa menos quedarme aquí tendida sometida a este tormento.
Quiero morir.
-Me has dado un arma muy poderosa, Hashi - susurra Dark Link, mirándome a los ojos muy de cerca, con la delicadeza de un amante -. Y esperabas que no la usase... como todos los hylianos de este absurdo mundo.
Saca la espada de mi vientre y me tiende de espaldas con cuidado. Yo aprieto los labios, tratando de que la sangre no se me escape de la boca, tratando de no demostrar cuán profundo es mi dolor. Aunque creo que las lágrimas que corren por mis mejillas, los gemidos ahogados que no soy capaz de callar, el temblor de todo mi cuerpo... creo que todo eso me delata.
-No llores, pequeña - murmura, apartándome el pelo de la frente -. Tarde o temprano tendría que pasar. Yo...
De repente se queda en silencio, mirándose las manos, mirando la Espada Maestra. La suelta como si le quemase, y seguramente así sea.
Sonrío, e imagino que con los labios ensangrentados la mueca es más bien desagradable.
-Sangre de espíritu - barboto, entre pequeños regueros de sangre -. Te has delatado tú solo, Dark... la luz de mis venas... la espada no puede ignorarla... - me ahogo con mi propia sangre, trato de incorporarme o de girarme... o cualquier cosa, pero solo puedo escupir sangre.
Dark me agarra del cuello y me incorpora de un tirón.
-En cualquier caso, da igual. Me has traído mi espada de vuelta... la Espada Maestra yacerá contigo. Es lo justo, ¿no? La protegías viva para tu niño bonito, ahora la protegerás muerta.
Me acaricia la mejilla con delicadeza, y veo que las yemas de sus dedos se han vuelto negras, de un negro apagado, sin brillo. Veo hilos de esa negrura crecer por su piel.
La Espada Maestra lo ha marcado.
Me tiende de nuevo y me besa la frente con dulzura.
Me coloca la espada sobre el pecho y rodea la empuñadura con mis dedos helados. Yo veo el filo cubierto de mi propia sangre, las manos negras y ensangrentadas de Dark Link. El dolor me aplasta, amenaza con ahogar mi parte racional, y poco a poco, vuelvo a ahogarme con la sangre.
Cuando Dark está satisfecho con mi pose (seguramente destinada a herir a Link, no a consolarme a mí) se inclina sobre mi rostro y me besa en los labios una vez más. Lentamente, recreándose en el sabor de mi sangre, seguramente.
Le devuelvo el beso con lágrimas en los ojos.
Tenía razón. Le he dado un arma terrible, y esa arma ha acabado conmigo.
Se separa de mí despacio, con los labios ensangrentados. Hay algo raro al fondo de sus ojos, algo a lo que no sé ponerle nombre, pero mi visión se emborrona en los márgenes, y entiendo que estoy a punto de morir. Dark me sujeta la mano, mirándome con esos ojos insondables.
-Buen viaje, pequeña. No te olvidaré.
Abro la boca para responderle, pero ha pasado demasiado tiempo, el dolor ha alcanzado cotas intolerables. Y me falta demasiada sangre de las venas. Demasiada.
No siento las piernas.
Dark se pone en pie y se aleja de mi lado, y la oscuridad me envuelve y me engulle, acogiéndome en sus consoladoras profundidades.

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domingo, 6 de enero de 2013

Twilight Princess (XX)

Ilia

Ordon está en llamas.
Rodeados de destrucción y de guerreros vociferantes, todos corremos sin mucho sentido tratando de alejarnos del fuego y del acero. Esta es la segunda guerra que veo en dieciséis años de vida y la verdad, sigo sin conseguir entenderlo.
¿Por qué? ¿Qué sentido tiene todo esto?
-¡Talo! - grito, al ver al niño correr involuntariamente hacia un soldado twili - ¡Aquí!
El chico desvía su rumbo con un rápido derrape, y veo caer la espada del twili a pocos centímetros de su pie izquierdo; entonces entiendo que no van a tener piedad.
Agarro a Talo del brazo y lo arrastro hacia el bosque, corriendo todo lo rápido que puedo; confío en llegar hasta la fuente del espíritu, no se me ocurre otro lugar a donde huir. En la linde del bosque una figura pequeña de cabello rubio ceniza y brillantes ojos azules se une a nosotros. A la espalda lleva atados una espada y un escudo de madera, y mira al frente muy concentrado.
-Ilia, mi madre y mi hermana han huido a la granja. No te enfades, pero he hecho que los soldados me sigan... no es buena idea correr hacia acá.
-¿Por qué has hecho eso? - pregunto, angustiada, aunque lo entiendo perfectamente; ha enviado a su madre y a su hermanita pequeña exactamente en la dirección contraria a la que lleva a los soldados.
Me mira seriamente.
-Tenemos que ser valientes hasta que venga Link - me explica, como si fuera lo más obvio del mundo.
Yo me muerdo el labio, nerviosa; por algún motivo, tengo la sensación de que Link no vendrá a salvarnos. Sin embargo, no lo digo en alto, no tengo derecho a destrozar las esperanzas de los demás así como así.
-Vamos, Iván - digo, mientras sigo arrastrando a Talo de la mano. El niño mira hacia atrás constantemente, seguramente buscando a su padre y a su madre; su hermano, Lalo, está en la Ciudadela... y no hemos tenido noticias suyas desde hace tiempo.
Corremos los tres juntos por el bosque, campo a través, tratando de llegar hasta la fuente del espíritu de Latoan, o al menos dejar de ver el resplandor de las llamas a nuestras espaldas. Corremos sin importarnos las ramas que nos golpean la cara o lo que nos arden los pulmones, corremos simplemente para tratar de olvidar que nuestro hogar arde detrás de nosotros, que estamos huyendo de nuestra casa para tratar de atraer a los que han destrozado nuestra vida.
El golpear de los pies contra la hierba del camino, el sonido sordo de la espada de madera de Iván al chocar contra su cadera con cada zancada que da. Los gritos tras nosotros, nuestras respiraciones que empiezan a ser como broncos estertores. Esos sonidos son lo único que escuchamos en una carrera desenfrenada por nuestra vida, sonidos que son de pronto tan familiares como el latido de nuestro corazón. No sé cuánto tiempo llevamos corriendo, ni me importa. Hemos llegado a un punto en que cada paso es una agonía y sin embargo, no podemos detenernos. Ni cuando nuestros perseguidores quedan atrás paramos de correr, atrapados en un ensueño entre la vigilia y el despertar que nos impele a seguir corriendo, corriendo, corriendo.
-¡Nooooo!
El grito quiebra el aire cristalizado en torno a nosotros, rompiendo el trance y haciéndonos parar en seco. A nuestras espaldas aún se ven las llamas, delante no vemos nada salvo oscuridad.
-¡No, basta, déjame suéltame!
Los gritos vienen de delante, y veo a Iván caminar decidido hacia la oscuridad, con su espada de madera en alto. Lo sujeto del hombro, nerviosa.
-¿Dónde vas?
-¡Es Bea!
El miedo me corta la respiración, porque Iván tiene un oído mucho mejor que el mío. Si dice que es Bea, sin duda es Bea quien grita a pocos pasos de nosotros, aterrorizada.
Dudo.
-No podemos...
-Link hubiera ido - protesta Iván, y veo a Talo asentir a mis espalda -. Tenemos que ser valientes, Ilia. No podemos dejar que Bea...
Un escalofrío me recorre la espalda; no, no podemos. No solo porque Link no dudaría en acudir en su ayuda, si no porque jamás podremos volver a mirar a nadie a los ojos si huimos ahora.
-Está bien - murmuro -. Iván, ¿solo tienes esa espada?
El chiquillo rubio se encoge de hombros con naturalidad.
-Padre dice que soy demasiado pequeño para una real. Mira, si sobrevivimos a esto cogeré una de acero, ¿qué te parece?
Su broma me arranca una débil sonrisa, y el muchacho saca la espada de madera de su funda. Sé que las espadas de prácticas tienen un núcleo duro de plomo, para darles el peso que tendría un arma real, así que confío en que los golpes dados con esa espada sean contundentes. Mientras Iván se ajusta el escudo de madera al brazo, yo saco y sopeso mi pequeña daga, rezando internamente por no tener que utilizarla.
-¿Tú no tienes nada? - pregunto a Talo, que abre la boca para responder... pero se ve interrumpido por otro penetrante chillido de Bea.
Iván se aleja de nosotros espada en ristre, y apenas un segundo después, escucho un pequeño tumulto a pocos metros. Corro sin pensar, aferrando la daga con todas mis fuerzas, rogando a las diosas que me den fuerza...
Y veo a Bea, arrodillada por la fuerza en el claro, con la cara apretada contra el suelo y las ropas desgarradas. Un twili alto y esbelto la sujeta por la nuca, empujando su rostro contra la hierba, y por su posición parece que Iván ha aparecido justo a tiempo para evitar...
No puedo ni pensar en ello.
Iván se enfrenta decidido a un twili armado con una larga lanza, y yo me arrojo enfurecida sobre el engendro que trata de violar a una niña. Durante unos segundos, ni pienso ni siento ni padezco ni nada, solo soy rabia y odio, emociones primarias destinadas a destruir lo que está acabando con mi hogar.
La daga chorrea sangre, los ojos del twili se van nublando y yo sigo apuñalando metódicamente al patético cadáver que con los pantalones bajados mira al vacío con una mueca de sorpresa. Bea, en el suelo, solloza débilmente, mientras Iván golpea sin piedad al otro desertor. Iván, metro y poco de nervudos músculos, con el gesto serio y la mirada desafiante, acaba con el soldado tras una rápida sucesión de golpes encadenados.
Envaina la espada y alza la mirada hacia nosotras, y de pronto todo en él, en su gesto, en su forma de moverse, me recuerda insoportablemente a Link.
Link... diosas, cuánto lo echo de menos.
Sacudiendo la cabeza, me arrodillo junto a Bea, que se cubre con las manos sin dejar de sollozar, aturdida. Veo su bolsa de tela pocos metros más allá, y le indico a Iván que me la traiga con una rápida seña.
-Bea, Bea, Bea... ¿qué demonios hacías aquí tu sola? - susurro, limpiándole las lágrimas con un pañuelo.
-Iba al Dominio de los Zora - musita, con la voz quebrada -. Iba a buscar a Ralis, él... yo solo... espíritus divinos, tenía tantas ganas de verle...
Sigue sollozando incoherentemente y yo la abrazo. Puedo entender su deseo de irse de casa y buscar a Ralis, porque si por mí fuera, ya estaría recorriendo todo Hyrule a lomos de mi caballo negro, buscando a Link.
La diferencia es que Bea tiene esperanza... y a mí Link me dejó atrás.
Iván tiende a Bea algunas ropas de su bolsa, mientras Talo merodea en torno a nosotros, vigilando que nadie más se acerque a nosotros. Finalmente, se acerca a nosotros, indeciso.
Bea ya se ha vestido y por un momento nos quedamos los cuatro en corrillo, como cuando éramos una pandilla alegre de niños de todas las edades, siempre dispuestos a buscar alguna aventura en cualquier parte. Pero el momento pasa y la falta de Link y Lalo se hace más evidente, más profunda. Es como el muñón de un dedo que falta; es obvio que algo debería estar ahí, es obvio que su ausencia es dolorosa. Tan evidente y tan duro...
Iván es el primero en hablar, y su voz suena extrañamente a persona mayor.
-No podemos volver.
Su tono es monocorde y plano, como si estuviera intentando ocultar sus emociones.
Para mi sorpresa, Talo asiente.
-Los que hayan sobrevivido, se las arreglarán... volviendo tras nuestros pasos solo corremos el riesgo de que alguien más nos siga.
-Más desertores ansiosos por violar mujeres - aporta Bea con su frágil voz, y yo me sorprendo a mí misma asintiendo.
-Vámonos - murmuro, y ni siquiera me pregunto a mí misma a donde, ni me miro las manos cubiertas de sangre, ni miro los cadáveres de los dos twili ni los ojos enrojecidos de Bea ni la mueca de dolor de Iván, ni el gesto de rabia de Talo.
No miro nada porque no tiene sentido mirar.
-Vamos a Farone - sugiere Iván, sin duda pensando en que podremos ocultarnos en sus densos bosques hasta que todo pase -. Link nos encontrará allí, en la Arboleda Sagrada. Seguro.
Y yo me muerdo el labio y me trago las lágrimas mientras asiento, aturdida.
Aturdida porque mi corazón me dice que Link no va a venir, que está muy lejos de nosotros. Y al mismo tiempo conservo la esperanza de que venga, de perderme en esos ojos azules una vez más, por un siglo o por un segundo.
Idiota. Idiota ilusa.
Cojo la mano de Bea, tratando de consolarla.
-Vamos, chicos - murmuro, mirando las estrellas -. Nos queda un largo camino por delante.

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