jueves, 14 de marzo de 2013

Twilight Princess (XXVI)

Dark Link

-No.
El susurro del muchacho, el estertor que deja escapar entre los labios ensangrentados, es la música más hermosa que he oído en mucho tiempo. Es rubio como la cerveza, y sus ojos son de un azul apagado, así que en cierto modo me recuerda un poco a Link. Nada puede sustituir el placer que me proporcionará matar a Link cuando lo alcance, claro que no, pero estos pequeños caprichos me relajan lo suficiente como para seguir pensando con claridad.
Como para no dejar que el odio me ciegue.
-Llevátelo - ordeno, con un tono de voz que restalla como un latigazo. La mujer que entra temblorosa en la casa apenas se atreve a mirarme, se limita a arrastrar al joven al exterior con toda la delicadeza que puede. Sé que tiene una hija muy pequeña, y un hijo que huyó cuando atacaron la aldea. Me teme tanto como todos los demás.
Disfruto con ello, para qué engañarnos. Con ese miedo y el hecho de que no se atreva a levantar la vista del suelo. Disfruto sabiendo que puedo torturar a su maldito bebé en cualquier momento sin que ella pueda evitarlo, y disfruto sabiendo que ella también lo sabe. Que lo teme. Que eso puebla sus pesadillas.
A veces me dedico a observarles dormir. A ellos, los que no han pasado por el horror de ser criaturas concebidas sin otro objetivo que ser odiados por cada ser viviente. A veces me introduzco en sus camas y en sus mentes, entrelazo sus pensamientos con los míos hasta convertir cualquier sueño en una pesadilla.
Me siento con un suspiro satisfecho y me examino las manos, los brazos. Las marcas negras que fueron el último regalo de Hashi están creciendo lentamente, a buen ritmo. Ya ha pasado casi un año, y mis manos son completamente negras, del mismo tono opaco y oscuro que el carbón. La negrura alcanzó las muñecas unos meses después, y los hilos de sombras siguieron entrelazándose como raíces retorcidas brazos arriba, hasta alcanzar los codos medio año después de la muerte de la niña espíritu. A día de hoy, los hilos se enredan en mis hombros, comienzan a desplegarse en mi espalda, a dibujar sus afiligranados diseños en torno a mi cuello. Se irán volviendo cada vez más densos, más tupidos, hasta que toda mi piel sea negra.
No me desagrada. Imagino que será hermoso a su manera, cuando mis ojos destellen en medio de toda esa oscuridad. Será aterrador. Y solo lo terrible es hermoso.
Excepto Hashi. A veces pienso en ella y deseo que siga viva, solo para poder matarla otra vez. A veces cierro los ojos y me recreo en aquel momento, en aquel beso en el que mi sangre fue la que empapó sus labios,  aquel otro en el que fue la suya la que yo bebí. La niña de luz pura, una de las favoritas de las diosas. Ella debió haber sido para Link, o para otro de esos absurdos héroes. Y yo se la arrebaté al mundo. Le enseñé lo que es el dolor y la oscuridad antes de matarla.
¿Hay algo más perfecto que eso?
Hashi. Las diosas me hicieron así. Los hylianos dicen que no puedo amar. Se equivocan. Los hylianos no entienden el amor. Ellos se limitan a fingir, simulan que las emociones son buenas y puras, sin tener en cuenta el dolor, el odio, todo aquello oscuro y retorcido que se esconde en eso que llaman amor. Yo soy sincero. No puedes odiar a alguien sin amarlo un poco. Es mucho más intensa la relación con un enemigo que con un amigo.
¿Debí negarle a Hashi esa emoción? ¿Debí negarle la intensidad del auténtico odio? 
A veces lo recuerdo y deseo que siga viva. Solo para matarla otra vez. Solo para volver a darle aquello que nadie más puede darle. Solo lo terrible es hermoso.
"Amar es darle a alguien la oportunidad de hacerte mucho daño, y esperar que no te lo haga."
A veces me pregunto quién la encontró. Suelo confiar en que fuese Link. Suelo disfrutar imaginándome su desesperación. 
Desde hace casi un año, nadie ha vuelto a saber nada de él. Zelda, junto con Midna y el Rey Ralis, se ha hecho fuerte tras los muros de la Ciudadela, y la guerra abierta se ha trasladado a la siempre cambiante frontera entre nuestros territorios. Conservan Lanayru, el Pico Nevado y la mayor parte de Eldin, pero nosotros nos hemos hecho con Latoan, Farone y Gerudo. El portal que abrieron con la sangre de Hashi en la Montaña de la Muerte sigue en nuestras manos, y desde allí nos desplegamos sistemáticamente. La guerra se ha convertido en una sucesión de escaramuzas sin un vencedor claro, y hace tiempo que me aburrí de ir a las fronteras. Es una guerrilla continua, repetitiva, y solo acudo cuando mi sed de sangre vence al aburrimiento que me provoca luchar una y otra vez con los soldados hylianos, leales a su reina hasta la demencia. Hasta el suicidio.
Echo de menos a Link, lo reconozco. Ansío que reaparezca, pero no encuentro modos de llamar su atención. Ni siquiera instalándome en su ridícula aldea y sembrando el pánico entre sus antiguos vecinos he logrado que reaccione. Ha pasado un año. He buscado a Ilia, he tratado de encontrar el modo de llegar hasta Midna, cualquier cosa que lo haga salir de donde quiera que esté. Ha pasado un año. Necesito enfrentarme a él. Ansío matarlo.
No me engaño. Sé que cuando lo mate es muy posible que muera con él, pero, ¿qué más da? Para eso he sido creado. No puedes escapar a aquello que eres. Nadie puede. Y yo deseo abandonarme a ello. Abandonarme al odio y a la destrucción hasta que me consuma. Lo deseo.
No puedo quedarme aquí. Estos campesinos ya no me bastan. Y recordar una y otra vez la muerte de Hashi no me servirá de nada. Tengo que verla. Tengo que ver las consecuencias de mi odio. Sus pequeños huesos blancos. La niña espíritu, desaparecida para siempre. ¿O tal vez volvió a ser pura luz al morir? Tengo que saberlo.
Me pongo en pie, decidido. Recién saciada mi ansia de muerte, necesito algo con lo que espantar el aburrimiento. Tal vez profanar lo que quede de la niña espíritu enfurezca lo bastante a Link como para hacerlo volver. ¿Quién sabe? Necesito intentarlo. 
Me alejo del pueblo sin decir una palabra a nadie. Al fin y al cabo, no lo necesitan. Pasarán noches en vela, vigilando las entradas de sus casas, temiendo que aparezca en cualquier momento para sembrar la muerte entre ellos una vez más. Y así es perfecto.


"Amar es darle a alguien la oportunidad de hacerte mucho daño, y esperar que no te lo haga."
Nada ha cambiado.
Farone sigue estático, atrapado en el instante en que hace un año arrebaté la vida de este pequeño cuerpo. Y ella sigue aquí. Igual que cuando me marché.
Igual, sin la espada.
Así que Link la encontró, finalmente. Sé que debería sentirme satisfecho, pero por algún motivo, no soy capaz. Algo frío me aprieta la garganta, me estrangula suavemente, me hace dudar. Por algún motivo, no puedo apartar la mirada del rostro en calma de Hashi.
Ha crecido. Su rostro pálido ha perdido en parte las redondeces infantiles, aunque tal vez sea por la extrema delgadez. De cualquier modo, se la ve mayor. Los pómulos se delinean más claramente, la puntiaguda barbilla se alza con una chispa de orgullo latente sobre el largo cuello. La cicatriz de su sien, la cicatriz que yo le causé, se ve plateada bajo la luz del bosque, como un adorno, un recuerdo de que yo estuve aquí, en esta piel, en estos labios. Un regalo para ella. Su rostro parece en calma. Es hermosa, incluso en la muerte. Incluso en esta estática inmovilidad.
¿Así mueren los espíritus?
No, algo no acaba de encajarme. Después de mirarla largo rato, me doy cuenta. El pelo. Le ha crecido el pelo. Aún está demasiado corto para mi gusto... pero sigue sin ser aquel desastre erizado que coronaba su cabeza cuando la maté.
¿No está muerta?
Acaricio sus labios con delicadeza, con la punta de los dedos. No noto calidez ninguna, está tan fría como yo. Como una muerta. Pero no está muerta.
Y sin embargo... fría, helada. ¿Cuánto tiempo llevará sin comer? Cuando acerco mis labios a los suyos, percibo un suave aliento helado. Bajo su camisa gris, destrozada por el tiempo a la intemperie, no se ve ya ninguna herida. No está muerta. Pero tampoco está viva.
Deposito un tenue beso en sus labios helados antes de sentarme a su lado. Si no está viva, no puedo matarla. Pero si tampoco está muerta... ya no me sirve de nada. Podría llevármela de aquí, torturar este cuerpo lánguido hasta matarla, pero ella no notaría nada. No me sirve. Este es el cuerpo de Hashi, pero Hashi no está aquí.
Aún así... hay algo en ella...
"Soy un portal. Me llamo Hashi."
Recuerdo aquellas palabras. Estaba allí observándola. La vi nacer, vi como aprendía. Oí sus primeras palabras y robé su primer beso. Esas palabras... "Soy un portal."
Una sonrisa taimada se dibuja en mi rostro, despacio. Acaricio las mejillas de Hashi, su piel marfileña. Un portal... ¿un portal con qué? ¿Solo con el Crepúsculo? Algo en su piel, en su inmovilidad... algo me llama la atención, algo que no soy capaz de definir. Un portal. Un portal para cruzar mundos... pero no solo mundos. Eso es lo que me dice la piel de Hashi, el bosque estático. Ella está viva. Pero todo a su alrededor está inmóvil.
Congelado en el tiempo.
Parece que, después de todo, esta niña aún puede servirme de algo. Esta perfecta creación de las diosas. Acaricio una vez más sus labios pálidos, antes de deslizar los dedos por su rostro para levantar uno de sus párpados. El iris de la muchacha es ahora de un tenue tono dorado, sutil como la niebla, se arremolina en torno a una pupila de un negro grisáceo.
Las manos me tiemblan contra su rostro, mientras una sonrisa demente invade mis labios. No solo está viva, si no que con el tiempo, despertará. Podré usarla mientras siga en este letargo, mientras mantenga una burbuja de tiempo inmóvil a su alrededor. Y cuando vuelva a la vida, podré matarla de nuevo.
Y esta vez será más largo. Le mostraré cuánto dolor puede causar la mera existencia, retorceré su alma hasta que se convierta en un ser tan devastador como yo. Haré que odie todo y a todos, que su vida sea un tormento para ella y para los que la rodeen.
Y luego la mataré.
Respiro hondo para tranquilizarme. Apoyo los tres dedos centrales de la mano izquierda en la frente helada de la niña, tratando de percibir su energía, tratando de averiguar cómo funciona el portal que lleva dentro. El portal que ella es.
Una emoción más pura y más intensa que cualquier otra que un hyliano común pueda sentir me embarga mientras muevo despacio los hilos de la mente de Hashi. La existencia de la niña está ligada a la mía, porque la mía está atada a la de Link. Y ella se negará a vivir si él muere. Es perfecto. No solo me permite doblegar a mi voluntad sus habilidades, si no que también implica que en el mismo momento que acabe con Link, cada segundo de la vida de Hashi será una agonía.
Es perfecto.
Perfecto.
Perfecto...

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