domingo, 6 de enero de 2013

Twilight Princess (XX)

Ilia

Ordon está en llamas.
Rodeados de destrucción y de guerreros vociferantes, todos corremos sin mucho sentido tratando de alejarnos del fuego y del acero. Esta es la segunda guerra que veo en dieciséis años de vida y la verdad, sigo sin conseguir entenderlo.
¿Por qué? ¿Qué sentido tiene todo esto?
-¡Talo! - grito, al ver al niño correr involuntariamente hacia un soldado twili - ¡Aquí!
El chico desvía su rumbo con un rápido derrape, y veo caer la espada del twili a pocos centímetros de su pie izquierdo; entonces entiendo que no van a tener piedad.
Agarro a Talo del brazo y lo arrastro hacia el bosque, corriendo todo lo rápido que puedo; confío en llegar hasta la fuente del espíritu, no se me ocurre otro lugar a donde huir. En la linde del bosque una figura pequeña de cabello rubio ceniza y brillantes ojos azules se une a nosotros. A la espalda lleva atados una espada y un escudo de madera, y mira al frente muy concentrado.
-Ilia, mi madre y mi hermana han huido a la granja. No te enfades, pero he hecho que los soldados me sigan... no es buena idea correr hacia acá.
-¿Por qué has hecho eso? - pregunto, angustiada, aunque lo entiendo perfectamente; ha enviado a su madre y a su hermanita pequeña exactamente en la dirección contraria a la que lleva a los soldados.
Me mira seriamente.
-Tenemos que ser valientes hasta que venga Link - me explica, como si fuera lo más obvio del mundo.
Yo me muerdo el labio, nerviosa; por algún motivo, tengo la sensación de que Link no vendrá a salvarnos. Sin embargo, no lo digo en alto, no tengo derecho a destrozar las esperanzas de los demás así como así.
-Vamos, Iván - digo, mientras sigo arrastrando a Talo de la mano. El niño mira hacia atrás constantemente, seguramente buscando a su padre y a su madre; su hermano, Lalo, está en la Ciudadela... y no hemos tenido noticias suyas desde hace tiempo.
Corremos los tres juntos por el bosque, campo a través, tratando de llegar hasta la fuente del espíritu de Latoan, o al menos dejar de ver el resplandor de las llamas a nuestras espaldas. Corremos sin importarnos las ramas que nos golpean la cara o lo que nos arden los pulmones, corremos simplemente para tratar de olvidar que nuestro hogar arde detrás de nosotros, que estamos huyendo de nuestra casa para tratar de atraer a los que han destrozado nuestra vida.
El golpear de los pies contra la hierba del camino, el sonido sordo de la espada de madera de Iván al chocar contra su cadera con cada zancada que da. Los gritos tras nosotros, nuestras respiraciones que empiezan a ser como broncos estertores. Esos sonidos son lo único que escuchamos en una carrera desenfrenada por nuestra vida, sonidos que son de pronto tan familiares como el latido de nuestro corazón. No sé cuánto tiempo llevamos corriendo, ni me importa. Hemos llegado a un punto en que cada paso es una agonía y sin embargo, no podemos detenernos. Ni cuando nuestros perseguidores quedan atrás paramos de correr, atrapados en un ensueño entre la vigilia y el despertar que nos impele a seguir corriendo, corriendo, corriendo.
-¡Nooooo!
El grito quiebra el aire cristalizado en torno a nosotros, rompiendo el trance y haciéndonos parar en seco. A nuestras espaldas aún se ven las llamas, delante no vemos nada salvo oscuridad.
-¡No, basta, déjame suéltame!
Los gritos vienen de delante, y veo a Iván caminar decidido hacia la oscuridad, con su espada de madera en alto. Lo sujeto del hombro, nerviosa.
-¿Dónde vas?
-¡Es Bea!
El miedo me corta la respiración, porque Iván tiene un oído mucho mejor que el mío. Si dice que es Bea, sin duda es Bea quien grita a pocos pasos de nosotros, aterrorizada.
Dudo.
-No podemos...
-Link hubiera ido - protesta Iván, y veo a Talo asentir a mis espalda -. Tenemos que ser valientes, Ilia. No podemos dejar que Bea...
Un escalofrío me recorre la espalda; no, no podemos. No solo porque Link no dudaría en acudir en su ayuda, si no porque jamás podremos volver a mirar a nadie a los ojos si huimos ahora.
-Está bien - murmuro -. Iván, ¿solo tienes esa espada?
El chiquillo rubio se encoge de hombros con naturalidad.
-Padre dice que soy demasiado pequeño para una real. Mira, si sobrevivimos a esto cogeré una de acero, ¿qué te parece?
Su broma me arranca una débil sonrisa, y el muchacho saca la espada de madera de su funda. Sé que las espadas de prácticas tienen un núcleo duro de plomo, para darles el peso que tendría un arma real, así que confío en que los golpes dados con esa espada sean contundentes. Mientras Iván se ajusta el escudo de madera al brazo, yo saco y sopeso mi pequeña daga, rezando internamente por no tener que utilizarla.
-¿Tú no tienes nada? - pregunto a Talo, que abre la boca para responder... pero se ve interrumpido por otro penetrante chillido de Bea.
Iván se aleja de nosotros espada en ristre, y apenas un segundo después, escucho un pequeño tumulto a pocos metros. Corro sin pensar, aferrando la daga con todas mis fuerzas, rogando a las diosas que me den fuerza...
Y veo a Bea, arrodillada por la fuerza en el claro, con la cara apretada contra el suelo y las ropas desgarradas. Un twili alto y esbelto la sujeta por la nuca, empujando su rostro contra la hierba, y por su posición parece que Iván ha aparecido justo a tiempo para evitar...
No puedo ni pensar en ello.
Iván se enfrenta decidido a un twili armado con una larga lanza, y yo me arrojo enfurecida sobre el engendro que trata de violar a una niña. Durante unos segundos, ni pienso ni siento ni padezco ni nada, solo soy rabia y odio, emociones primarias destinadas a destruir lo que está acabando con mi hogar.
La daga chorrea sangre, los ojos del twili se van nublando y yo sigo apuñalando metódicamente al patético cadáver que con los pantalones bajados mira al vacío con una mueca de sorpresa. Bea, en el suelo, solloza débilmente, mientras Iván golpea sin piedad al otro desertor. Iván, metro y poco de nervudos músculos, con el gesto serio y la mirada desafiante, acaba con el soldado tras una rápida sucesión de golpes encadenados.
Envaina la espada y alza la mirada hacia nosotras, y de pronto todo en él, en su gesto, en su forma de moverse, me recuerda insoportablemente a Link.
Link... diosas, cuánto lo echo de menos.
Sacudiendo la cabeza, me arrodillo junto a Bea, que se cubre con las manos sin dejar de sollozar, aturdida. Veo su bolsa de tela pocos metros más allá, y le indico a Iván que me la traiga con una rápida seña.
-Bea, Bea, Bea... ¿qué demonios hacías aquí tu sola? - susurro, limpiándole las lágrimas con un pañuelo.
-Iba al Dominio de los Zora - musita, con la voz quebrada -. Iba a buscar a Ralis, él... yo solo... espíritus divinos, tenía tantas ganas de verle...
Sigue sollozando incoherentemente y yo la abrazo. Puedo entender su deseo de irse de casa y buscar a Ralis, porque si por mí fuera, ya estaría recorriendo todo Hyrule a lomos de mi caballo negro, buscando a Link.
La diferencia es que Bea tiene esperanza... y a mí Link me dejó atrás.
Iván tiende a Bea algunas ropas de su bolsa, mientras Talo merodea en torno a nosotros, vigilando que nadie más se acerque a nosotros. Finalmente, se acerca a nosotros, indeciso.
Bea ya se ha vestido y por un momento nos quedamos los cuatro en corrillo, como cuando éramos una pandilla alegre de niños de todas las edades, siempre dispuestos a buscar alguna aventura en cualquier parte. Pero el momento pasa y la falta de Link y Lalo se hace más evidente, más profunda. Es como el muñón de un dedo que falta; es obvio que algo debería estar ahí, es obvio que su ausencia es dolorosa. Tan evidente y tan duro...
Iván es el primero en hablar, y su voz suena extrañamente a persona mayor.
-No podemos volver.
Su tono es monocorde y plano, como si estuviera intentando ocultar sus emociones.
Para mi sorpresa, Talo asiente.
-Los que hayan sobrevivido, se las arreglarán... volviendo tras nuestros pasos solo corremos el riesgo de que alguien más nos siga.
-Más desertores ansiosos por violar mujeres - aporta Bea con su frágil voz, y yo me sorprendo a mí misma asintiendo.
-Vámonos - murmuro, y ni siquiera me pregunto a mí misma a donde, ni me miro las manos cubiertas de sangre, ni miro los cadáveres de los dos twili ni los ojos enrojecidos de Bea ni la mueca de dolor de Iván, ni el gesto de rabia de Talo.
No miro nada porque no tiene sentido mirar.
-Vamos a Farone - sugiere Iván, sin duda pensando en que podremos ocultarnos en sus densos bosques hasta que todo pase -. Link nos encontrará allí, en la Arboleda Sagrada. Seguro.
Y yo me muerdo el labio y me trago las lágrimas mientras asiento, aturdida.
Aturdida porque mi corazón me dice que Link no va a venir, que está muy lejos de nosotros. Y al mismo tiempo conservo la esperanza de que venga, de perderme en esos ojos azules una vez más, por un siglo o por un segundo.
Idiota. Idiota ilusa.
Cojo la mano de Bea, tratando de consolarla.
-Vamos, chicos - murmuro, mirando las estrellas -. Nos queda un largo camino por delante.

Sigue leyendo...Twilight Princess (XXI)

No hay comentarios:

Publicar un comentario