miércoles, 5 de diciembre de 2012

Twilight Princess (I)

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Dejé mi hogar arrastrado por mi destino, el de un elegido. Olvidé lo que era con tal de salvarlos a todos. Arriesgué mi vida en cada minuto; he sufrido lo indecible, y tuve que ignorar el dolor y seguir luchando. He vencido al poder que había sido temido durante generaciones. He traído felicidad a los hylianos, a los ordonianos, a los goron, al pueblo zora e incluso a los uca y a los esclavos de Zant... ¿Pero qué hay de mí?

Dejé la espada en su legítimo lugar, guardé las ropas de héroe y volví a mi casa en Ordon, con la esperanza de poder retomar la sencilla y perfecta vida de la que fui apartado por Midna, por mi destino. Pasé tiempo con mis antiguos amigos, todos habían regresado. Volví a ver mis dibujos, intenté hacerlos nuevos y mejores. Pesqué en el río de Ordon, ayudé en el rancho y me tumbé sobre la luminosa hierba, para poder descansar mirando hacia el cielo.

Todo pareció ir bien durante unos días. Se me cayeron algunas lágrimas al recordar quien era yo antes de todo esto, disfruté de un merecido descanso... pero estaba vacío por dentro. Pronto me di cuenta de que algo no funcionaba, de que ya no era el de antes. Dentro de mí había ansias de aventura, de ver cosas nuevas, de explorar... y rabia. Aunque quizá entonces no lo supiera.
No tardé mucho en resignarme y aceptar que ya no podría vivir allí... ni mucho menos corresponder las sonrisas enamoradas de Illia. Así que de nuevo me vestí con aquellas ropas y cabalgué con escudo y espada colgados a la espalda. Busqué sin descanso nuevos lugares, pero no pude encontrar nada que no hubiera visto antes.
Todo estaba ya grabado en mi memoria, junto con la compañía de Midna. Los mecanismos antiguos estaban ya activados, los cofres habían sido abiertos, y las bestias derrotadas. Ya no quedaba nada más que hacer, todos tenían ya lo que podía darles.
Giovanni tendrá que acostumbrarse a ser de oro: los candiles de esa luz mortecina seguían suspendidos, flotando contra el cieo nocturno, pero no pude ver los espectros, porque ya no podía transformarme en mi otro yo, en bestia. Echaba de menos al ser que se escondía en la oscuridad mi sombra. Más de lo que podría haber imaginado.
Tuve que escalar a pulso a los lugares donde ella me llevaba, caminar en lugar de usar sus portales. Recordé cada uno de sus consejos mientras recorría de nuevo los rincones en los que habíamos luchado juntos, demasiado absortos en nuestro cometido como para poder ver lo éramos. Siempre unidos, como ser y sombra, como bestia y jinete. Siempre como uno solo, un ser que no puede verse a sí mismo y descubrir su propia naturaleza. La rabia cada vez iba a más, y las esperanzas desaparecían.
Cuando ya no resistí más mi absurda búsqueda, dejé a Epona y fui al desierto. Lo crucé a pie, y tras dos días de camino y una noche en las ruinas de un viejo asentamiento, llegué al Patíbulo. No me había enfrentado hasta entonces a mayor reto que esquivar sus peligros aguantando el dolor del corazón, ver la espada a través de las lágrimas, dirigirme al lugar donde decidió irse.
Ahora, sentado junto al marco del espejo roto, lloro. Sí, yo, el que siempre cuidaba de los niños de su pueblo, el más maduro con diferencia. El héroe de Hyrule, que ha salvado los mundos de la luz y la oscuridad. Yo también lloro, porque me quitaron mi antigua vida, y lo único que me podía hacer feliz en la nueva. Es curioso cómo no me dí cuenta de lo importante que fué ella hasta que tuvo que irse.
También lo es ver cómo algunas cosas sólo se muestran en las situaciones más extremas... cuando ella se apoyó en mi hombro, y me dijo tantas cosas en una sonrísa cómplice.
"Sabes lo que hay que hacer"
"Podemos con esto, igual que hemos podido con todo lo demás"
"Lo haremos juntos"
"Eres todo lo que me sostiene ahora"
"Te quiero, y estamos juntos"
Pero te fuiste, rompiste el espejo. Tu mundo ya no existe para el mío, ni el mío para el tuyo. Siempre se complementarán, serán dos caras de la misma moneda, aunque nunca más se podrán mezclar. Exactamente igual que nos pasa a nosotros. Jamás podremos volver a tener nada del otro, porque ya es imposible
Querías decirme algo, aunque no fuiste capaz... debiste hacerlo. Pero en su lugar lloraste, y me mentiste.
Nos vemos.


Sigue leyendo... Twilight Princess (II)

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