jueves, 13 de diciembre de 2012

Twilight Princess (VII)

Link

Aterrizo sobre las manos y las rodillas en un salón de piedra. El dolor es tremendo, porque el portal que ha convocado Hashi está a una altura de al menos seis metros, y temo haberme roto algo. Alzo la vista un momento y veo a Midna, apenas unos metros por delante de mí, mirándome con los ojos desorbitados, como si aún no se atreviera a creerlo.
Me pongo en pie a duras penas y me dirijo hacia ella, tan hermosa... tan hermosa como cuando nos despedimos, con su cabello que es mucho más que pelirrojo, de todos los tonos del fuego, esos ojos brillantes y cálidos, su piel blanco azulada y negra... la mujer más hermosa del mundo se permite esbozar una media sonrisa, pícara y tierna, y avanza hacia mí mientras los brillos de su piel ondean con su alegría.
Y de repente me cae un cuerpo inerte encima, derribándome, mi cabeza golpea contra el suelo y todo se vuelve negro.

-¿Link?
Los ojos de Midna brillan, iluminados desde dentro por esa llama que la alimenta, ese espíritu guerrero y firme y fuerte e insolente, ese valor que me enamoró de forma tan lenta, tan inexorable, que no llegué a darme cuenta hasta la despedida.
Sus ojos rasgados, rojos y amarillos, la delicada corona que cae sobre su frente, el pelo llameante que se derrama sobre sus hombros, salvo por los dos mechones recogidos en la extraña coleta que descansa en su escote. Sus labios violáceos esbozan una sombra de sonrisa mientras escudriña mi rostro con ansiedad, y yo la correspondo, porque jamás en mi vida había visto nada tan hermoso.
-Midna - murmuro, y me incorporo poco a poco, aún mareado por el golpe en la cabeza -. Midna, te echaba de menos.
Tal vez porque está a solas conmigo se ha quitado la capucha y el extraño tocado que solía llevar sobre ella, y parece más inocente, más tierna. Acerca su mano azul pálido y la apoya sobre las mías; los diseños brillantes de su antebrazo ondulan con luz añil, titilan por su incertidumbre, pues esos dibujos muestran el estado de ánimo de los twili igual que mi rostro expresa mis emociones.
-¿Cómo estás? - pregunta, y yo le dedico una sonrisa un poco más amplia, aunque quizá aún un poco vacilante por el mareo.
-Estoy perfectamente, Midna - respondo, y sé que es cierto -. Es la primera vez que estoy bien desde que te  fuiste.
Los ojos de ella se humedecen mientras me mira, conmovida.
-No estaba segura... y yo debía volver a casa. La luz y la oscuridad no pueden convivir, es demasiado pedir...
-Y sin embargo, aquí estamos - la corto, mirándola fijamente a los ojos. Sé a ciencia cierta que hay poca gente capaz de aguantar esa mirada -. ¿Por qué no me dijiste nada, Midna? ¿Por qué te fuiste sin más?
Ella suspira, pero no aparta la mirada. Siempre ha sido valiente, para todo, y siempre lo será.
-Me necesitan aquí; no podía quedarme en Hyrule simplemente por mi felicidad personal, menuda princesa estaría hecha. Y tampoco podía pedirte que abandonases tu mundo por seguirme, porque si hubiera salido mal, hubiera sido catastrófico para nosotros. Siempre me culparías, jamás seríamos felices, ni tú, ni yo. Debía romper el Espejo, en cualquiera de los casos... te habrías quedado atrapado aquí para siempre.
Asiento, sin saber qué decir. Tiene razón, por supuesto. No había otro remedio, ninguna otra opción válida: ella es soberana de su pueblo, y debe pensar antes en ellos que en sí misma.
Estoy seguro de que es una gran reina.
-Ahora estoy aquí.
Ella sonríe, mostrándome sus dientecillos afilados, blancos y brillantes como perlas. Diosas, cómo he echado de menos esa sonrisa pícara, esa sonrisa tan suya en la que puedo reconocer el brillo travieso que ya tenía en su forma de duendecillo. Midna, mi Midna, la mujer por la que he cruzado mundos.
-¿Cómo has llegado? - me pregunta, dubitativa.
-¿Dónde está la niña? - pregunto a mi vez, acordándome por primera vez en un buen rato de Hashi - ¿Está bien?
-¿Una niña con el pelo exageradamente largo? Está perfectamente, cayó a plomo sobre ti. Sigue inconsciente, aunque he dejado a uno de mis consejeros con ella. ¿Quién es?
Suspiro, porque no sé cómo demonios explicarlo.
-Se llama Hashi - empiezo, vacilante - y eso es lo más fácil de explicar. Lo demás es un caos que ni ella misma comprende. Parece que tiene catorce años, pero asegura no tener más de tres días, porque al parecer las diosas la crearon para traerme aquí. Tiene un poder asombroso, capaz de crear una puerta entre mundos, pero cuando lo usa demasiado los ojos se le vuelven pálidos y parece a punto de morir de agotamiento. Parece feliz un instante y al siguiente es toda tristeza...
-Entiendo lo que quieres decir - responde Midna, seria -. Aún no sabes si es peligrosa o no.
-No, no es exactamente eso. No creo que sea un peligro... salvo para sí misma.
Midna asiente, pensativa.
-Te ha traído hasta aquí. Eso he de agradecérselo - me dice, mirándome con ternura -. Tenemos cosas que contarnos, Link. Estoy segura.
Le devuelvo la sonrisa. Midna aquí, a mi lado, es la cosa más maravillosa que puedo imaginar. Midna sonriéndome, con sus manos envolviendo las mías. Midna mirándome como llevo meses soñando que me mirase, con esa chispa alegre al fondo de los ojos. Midna feliz de estar a mi lado.
Así que hablo casi más de lo que he hablado nunca, hablo tanto que mi voz empieza a resultar extraña, gesticulando mucho, intentando divertirla y provocar más de esas sonrisas maravillosas que me hacen sentir flotando. Ella me escucha, atenta, y es una oyente perfecta, y tan bella que me hace hablar de otras cosas cuando termino de contarle mi corta aventura con Hashi. Acabo hablándole de mi infancia en Ordon, de Epona, de lo que me gusta la música y dibujar y de otro millón de tonterías, todo con tal de prolongar este momento un poco más.
Pero al final, incluso las palabras se agotan y nos quedamos en silencio, mirándonos fijamente a los ojos, cada uno perdido en la mirada del otro.
-Te he echado de menos, Link. Te he echado mucho de menos.
Las palabras no acaban de tener sentido en el espacio vacío que nos separa, flotan entre nosotros como mariposas indecisas. En este momento las palabras no tienen ningún sentido, porque estamos aquí, ella y yo, mirándonos a los ojos, con las manos entrelazadas. Midna sonríe, casi tímida, y yo me siento atrapado en su mirada. ¿Por qué hablar? No tiene sentido hablar cuando no hay nada que decir, eso siempre lo he tenido claro.
Y ahora no hay nada que decir, porque los dos estamos juntos y lo sabemos todo.
-Link, te quiero.
Yo sonrío. De nuevo sus palabras flotan en el aire, perdidas, sin saber llegar a su destino. Lo que llega a mis oídos son la voz y la emoción de Midna, sus ojos humedecidos por la incertidumbre, el modo en el que se muerde el labio. Las palabras no tienen significado, no ahora que yo he dejado atrás mi mundo para encontrarla, porque ya está más que claro lo que siento por ella.
Así que me inclino y la beso, y sus labios son aún más suaves de lo que había imaginado, extremadamente cálidos para ser una criatura que viene de un mundo en una perenne semipenumbra. Su boca se mueve contra la mía y yo simplemente me dejo llevar, por sus labios que acarician los míos, por sus manos que se deslizan por mis brazos hasta alcanzar mis hombros y acercarme aún más a ella. Midna es mayor que yo y seguramente tenga más experiencia, pero tiembla entre mis brazos, no sé si de emoción o de qué, y me da lo mismo. La estrecho contra mí mientras trabamos nuestras bocas en un beso que podría durar una vida o un segundo, fundiéndonos en uno hasta que todo lo que nos rodea deja de tener sentido.
Nunca había sido tan feliz.
Me separo de ella apenas un segundo, lo suficiente para mirarla a los ojos, esos ojos flamígeros cuyo recuerdo me ha mantenido con vida hasta ahora.
Te quiero, Midna.
Pienso en decirlo, pero no tiene mucho sentido. Ella ya lo sabe, y yo no soy de muchas palabras.
Así que la abrazo y la beso de nuevo, y deslizo la capa hacia abajo, sobre los esbeltos hombros de la Princesa del Crepúsculo, mientras sus manos de largos dedos exploran bajo mi camisa.

Sigue leyendo... Twilight Princess (VIII)

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