domingo, 23 de diciembre de 2012

Twilight Princess (XIII)

Dark Link

La respiración de Hashi es entrecortada, débil. Parece que cada vez que toma aire vaya a ser la última, sus espiraciones parecen estertores. No tiembla, no se estremece, ni siquiera parece capaz de mantener los ojos abiertos. Aprieto los dientes, furioso, porque no puedo permitir que muera sin haber jugado antes con ella. No después de todo lo que he hecho para conseguirla.
Y, por cierto, ¿qué demonios hago llevándola en brazos como a un recién nacido o una amante? Ni que me importase una mierda su comodidad. Estúpida mocosa...
Me la cargo sobre el hombro como un saco o un cadáver, a lo que ella responde con un tenue gemido. Algunas gotas de sangre salpican el suelo delante y detrás de mí, y soy consciente de que con las extremidades colgando, la hemorragia se intensificará. Con un bufido de exasperación, vuelvo a cogerla en brazos como a un bebé. Maldita mocosa, ya puede resultarme entretenida, con todo lo que estoy haciendo para mantenerla con vida...
Es la primera vez que hago algo así, la primera que persigo a una presa con tanto ahínco, y sobre todo para no matarla en el acto. Hashi vivirá aún algún tiempo en mi poder, hasta que me resulte demasiado aburrida o hasta que llegue el momento en el que su muerte me produzca mayor placer que su sufrimiento.
Pero hasta entonces, debe seguir con vida.
Para cuando llegamos a Kakariko, ya es medianoche y nadie está despierto. Incluso los goron, esos insufribles y palurdos seres que parecen tener la cabeza tan llena de piedras como el resto del cuerpo, están tirados en alguna madriguera en la roca. Los hylianos están en sus casas, calientes entre sus sábanas de lino, familias enteras en la misma cama.
Los odio. Los mataría a todos, si no fuera porque el ansia que siento por despertar a Hashi es mayor.
Llego al final del pueblo, al manantial del espíritu y sumerjo a Hashi en el agua, buscando curarla solamente lo necesario para que sobreviva y se despierte, no tanto como para que pueda moverse. Un impulso me sacude, y le sumerjo solamente la cabeza, de modo que cuando despierta manotea débilmente en busca de aire, y su desesperación me hace reír entre dientes.
La saco del agua tirándole del pelo, a lo que responde con un gemido de dolor y llevándose las manos a la cabeza. Trata de alcanzar mi mano y soltarla de sus cabellos, y me da la sensación de que su larga melena le gusta bastante. 
Confiando en no equivocarme, saco la daga del cinturón y comienzo a cortarle el pelo a tajos rápidos. Ella protesta débilmente y se revuelve, pero cuando uno de sus movimientos le cuesta un corte en la sien, se queda inmóvil, aterrada.
Ver correr las lágrimas y la sangre por su rostro es casi más de lo que puedo soportar.
Acabo rápidamente con su corte de pelo, de tal manera que su cabeza y su cuello parecen frágiles y desprotegidos; luego, solo por diversión, vuelvo a empujarla al agua, apenas un instante, para ver como el miedo a ser ahogada de nuevo alcanza sus pupilas.
-Vamos, ven - le digo, sonriendo -. No más agua por hoy.
Ella se mueve despacio hacia la orilla, demasiado despacio para mi gusto. No tengo ninguna gana de que se cure más.
-¡Vamos! - rujo, mientras la agarro del cuello y la tiro al polvo de la orilla. Le doy un puntapié en el estómago, no demasiado fuerte, solo para asustarla - Vamos, muévete. Ya que te has quedado tanto tiempo en el agua, supongo que podrás andar.
A base de empujones y gritos la conduzco al cementerio, y luego la obligo a gatear a través de la pequeña abertura que conduce al lago escondido que un día fue refugio para un niño zora. La sigo al interior, donde me espera medio arrodillada, aún sin fuerzas para ponerse en pie del todo, aún desafiante.
-¿Qué te parece tu nuevo hogar? - le pregunto, con una sonrisa burlona - Esperarás aquí mientras yo acabo con Zelda y Link y hundo este mundo en las tinieblas. Por lo que tengo oído, Midna y tú no os profesáis demasiado afecto, así que te alegrará saber que cuando yo regrese ella también estará muerta.
Hashi no dice nada, solo me mira con esos ojos de un amarillo desvaído, opacos, fijos.
-Eres una criatura cruel - dice, y me sorprende notar que para ella no es un insulto, solo un hecho que la enfurece.
-Gracias - le respondo, con mi sonrisa más sardónica.
-¿Por qué haces esto? - me pregunta, sin apartar la mirada.
-Porque disfruto con ello. Porque todos y cada uno de los seres que hay ahí fuera peleando por sus miserables vidas me han rechazado, atacado o herido en algún momento, sin detenerse un segundo a pensar. Porque tú te llevaste a Link del lugar donde debía matarlo; él y yo no podemos existir a la vez.
-¡Link estaba en otro mundo!
-En cualquier mundo - gruño, furioso -, en cualquier mundo donde esté yo iré a buscarlo y lo mataré.
-Nunca lo encontrarás - me responde, desafiante, irguiéndose un poco más -. Da igual lo que hagas conmigo, jamás darás con Link. 
La rodeo hasta situarme a su espalda, y me inclino para atar sus pequeñas manos. Acerco mucho la boca a su oído para susurrarle, de tal modo que sienta mi aliento.
-No lo has entendido, pequeña. No voy a buscar a Link. Él vendrá a buscarme a mí... porque te tengo a ti. Y cuando venga, lo obligaré a tirar la espada, o te mataré. Y luego lo mataré a él. Y serás mía por el tiempo que decida dejarte con vida.
La niña se estremece, pero no deja escapar ni un suspiro. Cuando me separo de ella, se endereza y me mira los ojos con una chispa de orgullo.
-No podrás utilizarme para eso.
Y con un movimiento tan rápido que no me lo espero, la niña se lanza al agua, con los brazos atados. 
En un segundo, leo sus intenciones; pretende suicidarse, evitar que pueda usarla como arma contra Link. No puedo dudar del valor de esta mocosa, pero es mi mejor carta con mi mayor enemigo y además... además, la quiero con vida. 
Me lanzo al agua tras ella, sin dudarlo ni un segundo.
Mis ojos apenas tardan un segundo en acostumbrarse a la oscuridad; Hashi se mece en el agua, hundiéndose, con los cuatro mechones de pelo que le quedan balancéandose y su vestido blanco flotando en torno a ella, como una aureola. Buceo hacia ella todo lo rápido que puedo, tratando de alcanzarla y subirla a la superficie antes de que se ahogue. 
Cuando rodeo su cintura con los brazos para subirla, ella abre los ojos, y de pronto me doy cuenta de la magnitud de mi error.
Los ojos de Hashi brillan bajo el agua, de un dorado tan profundo que hiende las tinieblas del pequeño lago interior.
El manantial del espíritu Eldin... claro.
Está demasiado cerca, seguramente haya filtraciones o incluso ambas fuentes estén alimentadas por el mismo agua. Me doy cuenta de todo esto en menos de un segundo, y la sonrisa taimada de Hashi, tan cruel como cualquiera de las mías, me dice que ella lo sabía desde hace rato.
Trato de apartarme de ella, pero el dolor me atraviesa el vientre, y cuando miro hacia abajo, veo uno de sus fijos de energía, que brota de su mano derecha y se hunde profundamente en mi estómago. Dejo escapar una burbuja de agua entre los labios y me revuelvo, consciente de que a Hashi no le puede quedar mucho aire en los pulmones, de que si logro separarme de ella cuando suba a respirar, tengo una oportunidad de salir con vida...
Un segundo filo de energía se hunde profundamente en mi hombro izquierdo, y sé que ni aunque esté sumergido en el agua curativa tengo ninguna oportunidad, porque yo no tengo su sangre de espíritu, no asimilo la curación tan rápido como ella. Siento los pulmones a punto de estallar, ¿por qué Hashi sigue delante de mí, mirándome fijamente con esa sonrisa siniestra? ¿Cómo puede seguir viva?
De pronto, los dos filos desaparecen y Hashi asciende a la superficie, empujándome hacia abajo con todas sus fuerzas que, imbuidas del poder del manantial del espíritu, no son pocas.
Veo su vestido blanco flotar en torno a ella cuando sube hacia la luz, extendido como los pétalos de una flor, permitiéndome atisbar sus largas y bien formadas piernas, y un atisbo de lo que hay más arriba. Con una sonrisa resignada, cierro los ojos; al menos me ha matado una mujer hermosa.
La oscuridad viene y me envuelve, y yo la abrazo como a una vieja amiga.

Me despierto tosiendo.
-¿Hashi? - llamo, aunque no tengo claro que sea una buena idea. Estoy absolutamente solo en el lago interior, y cuando trato de incorporarme, no siento el dolor de la herida del vientre... pero sí un ardiente dolor en ambos hombros.
Se me escapa una rápida carcajada.
-¡Hashi, maldita perra, ¿me has dejado aquí solo y herido para que muera?!
Solo obtengo como respuesta los ecos de mi voz, pero por algún extraño motivo, el orgullo me embarga. Link creó una niña perfecta, una niña compasiva y maravillosa siempre centrada en la bondad que ocultó mi existencia y me protegió en el Circo del Espejo, sin hacerme ningún daño.
Yo he creado una asesina despiadada, que se ha molestado en sacarme del agua y curarme las heridas del vientre, evitándome una muerte rápida... pero que me ha abierto dos heridas nuevas en los hombros, rompiéndome las clavículas, impidiéndome nadar el tiempo suficiente para que el agua sagrada me cure antes de ahogarme, impidiéndome sujetar una espada... Hashi quiere que muera de hambre aquí solo, lentamente, atormentado por la impotencia y las heridas, que seguramente no tardarán en infectarse.
Es tan... perfecto.
Esta niña, la muchacha que me ha dejado aquí en este estado, podría ser hija mía.
Me pongo en pie y miro a mi alrededor; Hashi no sólo me ha dejado aquí y me ha curado y herido, si no que también se ha llevado mi espada y mi escudo.
-Condenada mocosa... - mascullo, mientras examino el escaso terreno que parece que será mi hogar hasta mi muerte.
Con sorpresa, observo que la roca destinada a sellar la entrada desde el exterior no está en su sitio.
Ahí, sobre la lápida de piedra cubierta de musgo. Hashi ha dejado una botella cerrada con un tapón de corcho, firmemente apretado. Una botella llena de un líquido rojo.
Idiota. Idiota, idiota y mil veces idiota. Me ha salvado la vida; las heridas, supongo, solo tenían la intención de ralentizarme. Sigue siendo la estúpida y compasiva mocosa que Link ha educado... bueno, hasta cierto punto, porque no creo que herir a alguien tan salvajemente entre en el tipo de cosas que haría Link.
O sí.
No entiendo a esta mocosa.
-Da lo mismo, imbécil - mascullo para mí mismo, mientras me acerco a duras penas hasta la botella -. Cógela, bébetela, alcanza a Hashi, hazle las mismas heridas que te ha hecho, enciérrala, mata a Link y a Zelda. Esto solo es un retraso.
Pero en cuanto cojo la botella con mis manos torpes, entiendo la perfección del plan de Hashi. Al romperme las clavículas y desgarrar los músculos de los hombros, me ha permitido una movilidad relativa, pero muy reducida; y desde luego, no el control y la fuerza necesarios en los dedos para abrir una botella de poción roja. Será un milagro si dentro de tres días he logrado abrirlo.
Eso, si logro abrirlo.
La forma de pensar de esta niña es diabólica. Ha dejado a mi alcance mi salvación, pero de un modo que no puedo usarla. Desde luego, podría romper la botella y lamer lo poco que no se derrame, pero ella sabe que no me arriesgaré.
Agarro como puedo la botella con la mano derecha, y tiro del corcho con la izquierda. Me provoca un dolor lacerante en los hombros, como si me hirieran con espadas al rojo vivo, y los tendones de las manos y dedos también se resienten, como pequeñas cuerdas de agujas que se me clavasen desde dentro.
El tapón no se mueve ni un milímetro.
Apretando los dientes, vuelvo a intentarlo, una y otra vez, hasta que noto que el tapón cede mínimamente. No sé cuántas horas me lleva cada pequeño avance, cuántas veces se me reabren las heridas, cuánta sangre derramo, pero no es imposible de lograr y sé que tarde o temprano podré escapar de aquí y hacérselo pagar.
Centrado como estoy en mi tarea, no oigo los pasos que vienen del exterior, ni veo a la figura del otro lado del lago hasta que me habla.
-Por las diosas, ¿qué tipo de aberración eres?
En fin. Debí suponer que Hashi no iba a dejarme con vida.

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