martes, 11 de diciembre de 2012

Twilight Princess (V)

Link

Hashi es con mucho la criatura más rara que he conocido.
Por momentos está eufórica, feliz, como una niña de siete años correteando por el Circo del Espejo, aventurándose en las arenas de Gerudo, indecisa sobre si subirse a uno de los gigantescos jabalís que dejaron atrás los esclavos de Ganondorf; al instante parece atrapada por una extraña melancolía, sus ojos parecen los de una mujer anciana, unos ojos cansados de ver. En esos momentos, parece a punto de romper a llorar, me mira como si fuera a romperme de un momento a otro y se peina compulsivamente, en un tic nervioso que acaba por enervarme a mí también. Y de repente regresa su exuberancia y me arrastra de la mano a ver algún insecto tintineante o hace castillos de arena.
No sé qué pensar de ella. Sus palabras suenan tremendamente a locura, ¿un portal? ¿Cómo podría ella serlo? Pero hay algo en esos ojos dorados que me atrapa, es como si la conociera de hace mucho tiempo, incluso desde antes de mis recuerdos. He intentado decírselo, pero cuando empiezo a hablar, Hashi se ríe y me arrastra a otra cosa absurda y maravillosa.
Intento tener paciencia con ella; si quiero creerla, he de creer que las diosas la crearon hace apenas dos días, y en tal caso su comportamiento estaría más que justificado; pero por otra parte, la mente de esta niña no tiene ni mucho menos dos días. Hay en ella experiencias y sabiduría que desmienten su edad y sus palabras, y eso me hace desconfiar.
Eso, y la extraña sombra que nos ronda desde que llegué aquí. Hashi insiste en fingir que no la ve, y él tampoco parece dispuesto a acercarse, pero yo cada vez estoy más inquieto y no sé cuánto más aguantaré así.
Hashi aparece brincando descalza desde los corredores de columnas; la sombra la observa desde lo alto del Circo del Espejo y por un segundo temo por su vida, antes de recordar que esta cría es mucho más de lo que parece.
-¡Link, mira!
Me pregunto qué demonios me traerá ahora... trato de no mostrarme impaciente, aunque temo que no me sale demasiado bien.
-No te enfades - me dice, con su tono extrañamente monocorde, pues aún no ha logrado aprender a imprimir emociones en su voz; para ella, la risa es todo un logro -. Prometo que esto te interesará. Es una sorpresa, ven, ¡ven!
Sin darme tiempo a responder, me arrastra de la mano hacia el centro del coso, hacia el marco del Espejo. Apenas soporto mirar este lugar, aunque al mismo tiempo no puedo evitar aferrarme a él; es el único recuerdo de Midna que me queda.
-Si no me sale, no te enfades - murmura Hashi, cerrando sus ojos dorados. Sus cejas se fruncen levemente en su rostro de esfinge cuando se concentra -. ¿Lo ves?
Estoy a punto de decirle que no, que no veo nada en absoluto, cuando me doy cuenta de que hay un remolino de neblina plateada flotando en el lugar donde antaño estuvo el Espejo. Apenas me atrevo a albergar esperanzas mientras me acerco a ella y alargo una mano hacia el halo.
-¿Link? - murmura ella, aún con los ojos cerrados -. Link, no lo toques.
Decepcionado, aparto la mano, aunque me inclino todo lo que puedo hacia el remolino que Hashi ha convocado. El centro de la neblina comienza a disiparse, y veo en su interior un cielo extraño, cobrizo y parcheado, un cielo que reconozco al instante.
-¡Hashi! - exclamo, sorprendido - ¡Lo has logrado!
De repente, Hashi deja escapar un grito ahogado, abre los ojos y el portal, en cuestión de un segundo, titila y desaparece.
Los ojos de Hashi son de un color amarillo pálido, sucio, como si el dorado anterior se hubiera disuelto. Jadea, haciendo un auténtico esfuerzo por respirar, y se deja caer al suelo presa del agotamiento. Yo me inclino a su lado para atraparla al vuelo, aunque dudo que ella lo note; se ha quedado inconsciente.
La tumbo en el suelo como puedo y apoyo una mano en su frente. Está cubierta de un sudor frío, muy pálida, y sus labios son casi blancos. Tirita suavemente a pesar del calor reinante, así que vuelvo a cubrirla con mi camisa verde.
Es cierto que Hashi puede llevarme al Crepúsculo. Lo que no sé es a qué precio.

-¿Link?
Es plena noche cuando abre los ojos, que han recuperado parte de su color dorado previo. Es cierto que no brillan como antes, pero al menos ahora son del amarillo brillante de la piel de los limones, y no de ese tono sucio y desvaído. Aún tiene marcadas ojeras, y en su piel muy blanca parecen hematomas; los labios, agrietados, han recuperado parte de su color. Sus delgados hombros están hundidos y su lacia cabellera ha perdido el brillo. Toda ella parece flaquear, como si la energía que la sostenía hubiera desaparecido en parte.
-¿Qué ha pasado, Hashi?
La niña se sienta a mi lado con sus movimientos extrañamente rígidos y se arrebuja un poco más en mi camisa, con la vista fija en el pequeño fuego que he hecho para calentarla.
-Yo... no sé cómo explicártelo. La luz... tú... - se lleva los puños a las sienes y resopla, y me doy cuenta por su suspiro de que está frustrada.
-Tranquila.
Suspira profundamente, con un tono que suena una vez más a persona mayor, y aparta las manos del rostro.
-Necesito luz, ¿entiendes? Para hacer estas cosas. He... recuperado... no, a ver. Ahora tengo un cuerpo, pero mi naturaleza es la misma que antes, así que no puedo renunciar del todo a lo que yo era, a cómo funciono. ¿Entiendes?
Niego con la cabeza, porque sus palabras no parecen tener sentido.
-Da igual que lo entienda, Hashi. Si eres un portal, no tienes por qué parecerte en nada a mí.
Ella asiente, y aunque sus rasgos aún son demasiado rígidos, parece aliviada, como si el no dar más explicaciones fuera un descanso para ella. Por un momento me pregunto qué me está ocultando, pero recuerdo que he decidido confiar en ella y que si quiero llegar hasta Midna, no debo hacer preguntas que puedan hacerla huir.
-¿Qué necesitas para crear esa luz, Hashi?
La niña se muerde los labios, pensativa.
-¿Qué haces tú para tener energía? - pronuncia la última palabra como saboreándola, como si no supiera muy bien qué es lo que quiere expresar.
-Comer y dormir, creo - respondo, inseguro -. Creo que dormir a ti te ha sentado bien - me doy cuenta de repente -. Ya tienes los ojos más amarillos.
-¿Tengo los ojos amarillos? - pregunta, disgustada - ¿No son azules? ¿Pelo negro y ojos amarillos? ¿Y hembra?
Parece profundamente decepcionada por algo, aunque no sé por qué. Se mira las manos pálidas con tristeza, y suspira.
-¿Tengo los ojos amarillos? ¿Siempre?
Niego con la cabeza.
-Cuando te vi por primera vez, eran dorados. ¿Por qué lo preguntas? ¿Es importante?
Ella asiente, pensativa, como si acabase de darse cuenta de algo. Cierra los ojos y se lleva las manos a las sienes, en ese gesto que yo no le he enseñado y que parece propio de ella. La dejo pensar en silencio.
-Avísame cuando tenga de nuevo los ojos dorados, ¿vale? - dice, resuelta -. Entonces podré llevarte.
-Hashi - digo, dubitativo. No quiero decirlo en alto, no quiero renunciar a la esperanza, pero no creo que nadie deba morir para satisfacerme -, Hashi, el último intento casi te mata. ¿Estás segura de que puedes hacerlo?
La extraña niña me dedica una mirada penetrante, seria, propia de una persona mucho mayor de los catorce años que aparenta.
-He hecho cosas mucho más duras, Link - responde, con su extraño tono monocorde.
Ahí está de nuevo, la duda, la prueba de que esta niña no es ni mucho menos una niña y de que desde luego no tiene catorce años. De que me miente y me oculta algo... a pesar de que algo en mi interior me impulsa a confiar en ella. A pesar de que no parece querer hacerme daño.
En cambio, permite la existencia de esa sombra que nos ronda.
Esta niña es una contradicción.
-Tranquilo, Link - me dice, con un tono más suave -. Solo necesito practicar, ¿vale? Es la primera vez que mi luz es algo más que luz. Confía en mí.
Me mira con su inocente sonrisa, y junta las manos a la altura del pecho. Cuando las separa, el halo neblinoso brilla entre ellas, mucho más pequeño que la última vez. Hashi lo estabiliza, manteniendo sus ojos fijos en los míos; puedo ver cómo el amarillo va palideciendo a medida que se le agota la energía. Se detiene cuando sus ojos son del color de las hojas en otoño.
-¿Ves? - murmura - Puedo controlarlo. No te preocupes, Link. No te preocupes por mí.
Desenreda su mirada de la mía y se tumba en el suelo arenoso, acurrucada como un gatito, abrazada todavía a mi camisa. Parece decidida a llevarme al Crepúsculo, a cualquier precio.
Suspirando, me tumbo boca arriba en la arena, con la vista fija en las estrellas.

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