jueves, 13 de diciembre de 2012

Twilight Princess (VI)

Hashi

Link se ha ido a cazar para mí, para que pueda comer y recuperar energía. Ahora que sé cómo funciona este cuerpo híbrido, a medio camino entre mi existencia de espíritu guardián y una vida hyliana, sé cómo llevar a Link al Crepúsculo sin extinguirme..., no, sin morir en el camino.
Morir. Esa idea me resulta... extraña, ajena. ¿Qué me pasará cuando muera este cuerpo? ¿Volveré a ser un espíritu? ¿Desapareceré? Esta nueva existencia tiene demasiados vacíos de conocimiento.
Parece que mi nuevo cuerpo me permite hacer cosas como hablar y dormir, y crear portales. Supongo que es lógico; antes podía pasar de un mundo a otro sin problemas, pero si quiero crear algo que permita transportar materia, debo tener yo algo de materia que aportar al trato.
O al menos, eso creo.
No sé si ha habido otros como yo antes, pero en el caso de que los hubiera, yo no sé de su existencia, y desde luego no pueden enseñarme cómo actuar, o cómo seguir adelante. Practico siempre que puedo, creando pequeños portales cuando Link está conmigo, y cuando se aleja, como ahora, armas defensivas.
La sombra sigue rondándonos, y cada vez es más atrevido. Se acerca más y más, con esos ojos como brasas candentes fijos en nosotros, cargados de odio. En mi mente lo llamo el Oscuro, aunque no creo que se lo mencione a Link hasta dentro de mucho tiempo. Hay muchas cosas que no me atrevo a mencionarle aún.
Con un suspiro, me centro en mi trabajo. Cierro firmemente los ojos y busco en mi interior, en mis venas, en cada fibra de mi ser, la luz. La luz que era mi ser cuando era un espíritu y que ahora está mezclada con este cuerpo material. Este cuerpo me permite hacer unos gastos de luz mucho mayores que cuando era un espíritu, porque me permite recuperar energía. Supongo que por eso las diosas me han hecho hyliana.
Cuando veo el torrente en mi mente, me centro en extraer un poco de energía, mucha más de la que hubiera gastado como espíritu, pero no tanta como para agotarme del todo. Esto solo es una práctica, no conviene que me agote ahora.
Con una imagen fija en la mente, extiendo la mano derecha delante de mí... y topo con algo.
Abro los ojos.
Está delante de mí, a pocos centímetros de mi cuerpo. Es más alto que yo, y tiene el pelo blanco como la cal, los ojos rojos como la sangre. Sus labios pálidos se retuercen en una macabra burla de la sonrisa que yo conozco tan bien, y todo su cuerpo parece inclinado hacia mí con elegancia felina, depredadora.
Amenazante.
-Vete - digo, y por una vez me alegro de no saber imprimir emociones en mi voz, porque solo eso impide que me tiemble.
Él solo hace su sonrisa más amplia.
-¿Por qué iba a irme, Hashi?
Sabe mi nombre. Mi nombre.
Cierro los ojos un segundo y acabo lo que estaba haciendo, todo lo rápido que puedo. Quizá haya gastado más energía de la que debería, pero actuando bajo presión no puedo esperar más de mí.
Un filo plateado y neblinoso aparece en mi mano derecha, como una extensión de la misma. Se lo muestro, todo lo desafiante que puedo, aunque quizá interprete mi inexpresividad como falta de miedo.
De verdad, rezo porque lo haga.
-Vete - repito, amenazándole con el filo de energía.
Él lo mira con expresión de desidia, aunque con un brillo de curiosidad en los ojos. De pronto, rápido como una serpiente, me agarra la muñeca y la retuerce, tirando de mi brazo, acercándome a él tanto que puedo ver todos los matices de esos ojos como rubíes ensangrentados.
-¿Qué eres? - murmura, y su voz es como el hielo al quebrarse, y produce el mismo desasosiego.
-Vete - repito una vez más, y él se ríe de mí.
-¿Estás asustada, pequeña? 
-No. Y vete de una vez. No hay nada que puedas sacar de mí.
-Puedo matarte. Estoy seguro de que él lo lamentaría.
Me encojo de hombros, mientras mi rostro continua inexpresivo.
-Adelante - digo, confiando en que no se note demasiado que voy de farol -. Regresaré aquí, no importa cuantas veces me mates.
Él se ríe entre dientes, y su risa es tan aterradora como su voz, un sonido destinado a dejar paralizadas a sus presas. Un sudor frío cubre cada centímetro de mi cuerpo, y por un segundo me asalta la absurda idea de que él puede oler mi miedo.
-Volveré, pequeña. No lo dudes.
-Lo dudo - replico, sorprendiéndome a mí misma.
A él parece divertirle mi descaro, porque un extraño relámpago cruza sus ojos como brasas. Su sonrisa parece brillar, y de pronto se inclina sobre mí y sus labios rozan durante un segundo los míos. De nuevo me invade esa sensación de frío, como si hubiera estado caminando sobre un hielo demasiado fino, se hubiera roto y me hubiera sumergido en el agua helada, cortándome la respiración, hundiéndome en el vacío.
-Me llevo esto - dice, burlón -. Tengo entendido que las niñas dan mucha importancia a su primer beso.
-Te equivocas - le advierto, aliviada, porque ha topado con algo que no puede dañarme -. Yo no siento esas cosas.
-Entonces estamos a la par, pequeña - murmura, antes de desaparecer entre las columnas del coso -, porque yo tampoco siento nada de eso.
Se esfuma, fundiéndose una vez más con las sombras, mientras yo me quedo tiritando en el centro del Circo del Espejo, helada bajo los rayos de sol que caen a plomo sobre mi pelo y mi piel.

-¿Estás segura, Hashi?
Yo bufo, exasperada. ¡Pues claro que estoy segura! No tengo ninguna gana de quedarme ni un solo día más aquí, donde él puede alcanzarnos en cualquier momento. Lo reconozco, al menos para mí misma: me aterra. Esa criatura oscura, esa burla cruel de mi protegido, me aterroriza, y tengo un cuerpo demasiado débil como para hacerle frente. 
Aún no estoy preparada, y ahora él lo sabe.
-Sí, estoy segura. ¿Y tú?
Mi pregunta parece ofenderle, aunque es la reacción que buscaba. Debo conseguir que deje de pensar en mí o en mi fuerza, porque temo que se dé cuenta de qué es lo que me aterroriza y se lance en su persecución... y no tiene sentido, si puedo simplemente alejarlo de aquí.
Mi protegido por encima de mi propia vida, como siempre.
En eso consiste ser un espíritu guardián.
-Haz lo que tengas que hacer.
Me duele que esté enfadado conmigo, pero peor sería que estuviera en manos de el Oscuro, o muerto. Y de cualquier modo, cuando lleguemos al Crepúsculo se le pasarán todos los enfados, y estará demasiado feliz para pensar en la sombra, en mí o en el mismísimo Hyrule. Será feliz, y yo al fin habré cumplido con mi deber.
-Mantente cerca - digo, nerviosa -. No sé cuánto tiempo podré mantener el portal abierto, así que lo mejor será que saltes en cuanto veas que cabes.
-¿Y tú?
Me lo pienso un instante, aunque no creo que haya muchas opciones.
-Agárrame de la mano cuando estés saltando, y tira.
-¿Vienes conmigo? - pregunta, sorprendido.
Yo me encojo de hombros, dolida por su rechazo.
-No tengo ningún lugar a donde ir. Si lo prefieres, me quedo aquí... - me estremezco mientras lo digo, solo de pensar en quedarme sola a merced del Oscuro, pero Link se apresura a negar con la cabeza.
-No, no, solo me has sorprendido. Olvidé que te crearon para esto, perdona.
Yo asiento, aliviada, aunque entendamos cosas distintas por ese "para esto".
-Bueno, creo que ya no hay nada más por hacer. ¿Listo?
-Estoy listo cuando tú lo estés, Hashi.
Cierro los ojos y me concentro. Extraer la energía de mi cuerpo es fácil, lo complicado es saber dónde está el límite que me mataría, cuánta puedo usar sin destruirme a mí misma, sin extinguirme. Es difícil, pero tengo que hacerlo. Vuelvo a aferrarme al cordón de emociones de Midna, su melancolía y su tristeza, y dirijo mi luz hacia ella. Noto cuándo el portal se abre, porque absorbe mi energía mucho más rápido, y me concentro en hacerlo lo bastante grande como para que podamos cruzarlo antes de que me extinga... antes de que muera.
De pronto, noto como Link me agarra por la muñeca y me arrastra con él. El contacto con el portal es como un baño de agua caliente, todo parece girar de golpe y de repente ya no estamos en ninguna parte y mi conciencia se extingue.

Sigue leyendo... Twilight Princess (VII)

No hay comentarios:

Publicar un comentario